Tiran muros por ver a Roger Waters

El compositor británico Roger Waters ofreció un concierto gratuito la noche del sábado en el Zócalo capitalino ante más de 100 mil personas que pusieron la Plaza de la Constitución a su máxima capacidad a pesar de la lluvia.

A un lado de la Catedral Metropolitana se colocó una gran pantalla en la que se exhibieron diversas animaciones como una superficie lunar, misma escenografía que tuvo el músico en sus presentaciones de la semana pasada en el Foro Sol.

Después de interpretar “Speak to me”, el fundador de la legendaria banda Pink Floyd saludó a todos sus seguidores con un “hola”, por lo que los gritos y la emoción creció.

La velada arrancó en punto de las 20:00 horas el músico apareció junto con sus músicos, batería, guitarras, instrumentos de viento y coristas.

Para la seguridad de todos cientos de policías custodiaron los alrededores del Centro Histórico; además se contó con servicio de ambulancias, así como con el apoyo de elementos de protección civil y bomberos.

Apabullante. Por el personaje, por el desmesurado espectáculo visual, por la carga emotiva de las decenas de miles de asistentes, y por el simbolismo de la plaza, el de la noche del sábado podría ser uno de los conciertos más importantes de la historia de la Ciudad de México. Fue un recital donde la entrega de los fanáticos lo convirtieron en memorable, al soportar la lluvia, confrontar a la policía, derribar, literalmente, las vallas para acercarse a la plaza cuando ésta ya estaba abarrotada para ver a Waters y cantar rabiosamente las icónicas canciones de Pink Floyd.

En el Zócalo, la noche del sábado, en esa masa de gente que inundó la plaza, portales, aceras, calles y Metro, convivieron tres generaciones. La más vieja, la que comenzó a escuchar a Pink Floyd en vinilos hasta acabarse los surcos, la segunda, que vio la disolución del dúo Waters-Gilmour, y fue la que pudo ver el deslumbrante espectáculo de Pink Floyd en 1994, en el Autódromo, en el ocaso del grupo y a éstas se sumó la más joven, la que conoce de Waters por los relatos paternos.

Excélsior

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