Un México chingón

Fueron unas elecciones duras, cansadas, polarizadoras, violentas, sangrientas y corruptas, pero también esperanzadoras y con una participación masiva. En estas acciones participaron todos los partidos y muchos ciudadanos. Nuestra democracia es débil, pero al parecer se tambalea en la dirección correcta: una con alternancia, donde la corrupción descarada de quien está ya en el poder se castiga y donde hay gran participación ciudadana.

No hubo fraude electoral, el dólar bajó, los mercados financieros amanecieron bien y el sol volvió a salir. Si nos da miedo lo que viene o nos “duele” el México de ahorita, es que llevamos mucho tiempo viviendo aislados de lo que sucede en este país.

¿Por qué no nos dolió ayer? ¿Por qué justamente hoy? Espero que el dolor no sea por haber salido a votar, si no por…

… 43 normalistas desaparecidos, con familiares que todavía los buscan en fosas clandestinas.
… La Casa Blanca. El caso de Odebretch.
… niños tratados con agua en vez de quimioterapias.
… ventas millonarias de terrenos en Quintana Roo, donde se destruyeron grandes reservas que acogían a miles de especies.
… largos paros de maestros y miles de niños, sobre todo oaxaqueños, que llevan en total más de un año de clases perdidas.
… aumento de inseguridad y violencia. No poder salir seguros a la calle, no saber el paradero de familiares y temer por la integridad de tus conocidos.
… falta de Estado de Derecho, el aumento de impunidad, la corrupción descarada y el aumento de desigualdad. La angustia de no ver salida, cayendo en la resignación.

Si esto no nos duele, nos duele todo, menos México.

A mí eso no sólo me duele, si no me indigna. El dolor paraliza, la indignación mueve.

Y si nos dolió, ¿qué hicimos al respecto? ¿Salimos a marchar? ¿Pagamos mejores salarios a nuestros trabajadores? ¿Le tendimos la mano a los migrantes? ¿Nos juntamos con nuestros vecinos a ver cómo arreglar juntos la inseguridad? ¿Mandamos cartas a nuestros diputados, alcaldes o senadores? ¿Los fuimos a ver? ¿Nos informamos? ¿Pagamos nuestros impuestos? ¿Registramos a nuestro servicio doméstico en el IMSS? ¿Denunciamos actos de corrupción que nos beneficiaban? ¿Pagamos multas? ¿Luchamos por aumentar los salarios de los policías? ¿Redujimos nuestro consumo de plástico? ¿Juntamos firmas entre vecinos para hacer más fuerte nuestra voz frente a los representantes? ¿Verificamos la información que compartimos? ¿Quitamos de nuestro vocabulario las palabras “naco”, “indio” o “gente bien”? ¿Nos salimos de los antros y/bares que no dejan pasar a personas por su color de piel y los denunciamos? ¿Generamos círculos de discusión política, social y económica?

Aceptémoslo, México es hoy lo que es por una ciudadanía de silencios cómplices, miedos infundados a los más débiles y falta de participación e involucramiento en la política.

Es ridículo pensar que el futuro de México recae en una sola persona. Como dijo Adrián Gorocica (quien, por cierto, tiene toda mi admiración y respeto), pareciera que no estamos acostumbrados a los procesos y creemos que las soluciones y los cambios vienen enseguida.

Tenemos en frente una enorme oportunidad de repensar qué hicimos mal como individuos y colectividad que permitimos que las aberraciones del sexenio pasado sucedieran. La democracia y la democratización de las instituciones y del país las construimos todos, como oposición al gobierno y cuestionando cuando sea necesario, pero también participando y proponiendo. Morena tiene mayoría en el congreso como el PRI la tuvo el sexenio pasado. El pasado la ciudadanía no fue oposición, ¿lo seremos éste?

Conozcamos, primero, a quienes nos representan. Hagamos juntas de vecinos. Debatamos. Exijamos. Denunciemos. Pero, sobre todo, participemos. No hay peor cáncer que la indiferencia. Nos aísla poco a poco de la realidad, y la ignorancia nos golpea fuerte en los privilegios. Participemos en el proceso, si queremos ver resultados.

Hay muchas cosas en las que no estoy de acuerdo con AMLO, pero hay otras en las que sí. No voté por él, pero pondré todo mi esfuerzo porque su gobierno sea el mejor. Quiero que a México le vaya bien y creo que tiene a la gente y las capacidades de hacerlo.

Me emociona pensar que hay una nueva página en blanco. Es hora de repensar nuestras acciones del pasado y proponernos metas, individuales y colectivas, para que no suceda lo mismo este sexenio y sea verdaderamente el comienzo de una nueva historia: la del México chingón, solidario y equitativo que nos merecemos.

 

Por Renata Millet Ponce

milletrenata@gmail.com

* Estudiante de Ciencia Política en el ITAM y Pedagogía en la UNAM. Lectora, amante del mar y la navegación.

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