La pandemia para el maestro Gabriel Ramírez Aznar le hizo que tenga una excesiva productividad que hasta hizo que, por primera vez, lleve un registro, ya que en un año realizó 55 obras, lo que consideró un exceso.
Aunque en la exposición la Revolución del color, que se inauguró ayer en la galería Fernando Palma Burgos ubicado en el aeropuerto internacional de Mérida, Manuel Crescencio Rejón, sólo estaban algunas de esas obras, ya que la más reciente data de 3 años y la más antigua de 12, los asistentes pueden disfrutar de la fuerza de sus trazos.
El acto que estuvo encabezado por el director del Grupo Aeroportuario del Sureste (Asur), Héctor Navarrete Muñoz, fue el marco para entregar un reconocimiento a la doctora Guadalupe Arjona González, por sus 22 años de servicio en el aeropuerto.
Las obras de acrílico sobre tela fueron: Ruta hormiga, Ruth y su espíritu, Fin del día, Día de un calor magnífico, Distancia última, Sobre la suave tierra, En los rincones, Hora feliz e Itzimná aéreo.
Con su estilo, Ramírez Aznar muestra una nueva realidad, una forma diferente de ver la plástica, a partir de dejarse llevar por su particular manera de sugerir y estimular la percepción del espectador a través de trazos, colores y texturas que nos sumergen en una creación abstracta, simbólica, con dominio y fuerza del trazo.
Logra una armonía fascinante a partir de la superposición de los colores primarios que poco a poco revelan las sinuosas líneas del dibujo. Su trabajo desarrolla informalismo, una persuasión de los colores que hacen reconocer algunos elementos presentes en las diferentes representaciones monótonas que poseen su propia individualidad y una estética singular.
El artista indicó que pintar es una sensación a la de jugar, pero que lo toma en serio, para mi es trabajo, éste oficio como un trabajo manual, artesanal que existe cuando empiezas, las exposiciones no le gustan.
Cuestionado que si en las exposiciones logran vender sus obras, explicó que para vender sus cuadros tiene un representante que se encarga de ello.
Señaló que él no experimenta, se dejó guiar por lo que misma pintura te empuja, no te quedas instalados, sin darte consciente, no eres muy consciente cuando pintas, por eso lo peor que puedes pedirle a un pintor es que hable de sus obras, él no sabe lo que hace, no lo razona.
Respecto que el camino de los vanguardistas es más complicado y es probable que pueda gustar menos porque se entiende menos, dijo que él puede pintar fruta, frutero, acá hay dos papayas, esto es muy difícil que es, describir un cuadro.
Describió sus cuadros con color, alegría, pinto con cuatro colores es suficiente no hay que utilizar con eso se hace la pintura no puedes ser consciente, no te ves pintando, no te ves dormido, por eso luego de 4 horas de trabajo terminas agotado, liquidado, menos yo en mis condiciones.
Sobre el deterioro que tuvieron sus cuadros en una galería, explicó que fue un problema entre unas personas, una lo descuidó, pero no denunció, “no me gusta meterme en lío, por salud no pelea y ahora más por mi edad”.