A dos años de la partida de don Alberto Buenfil Valero, corazón de estas páginas, sabemos que nadie llenará su lugar. Por favor, no nos malinterprete: estamos agradecidos con el liderazgo de don Alberto Buenfil Baqueiro, su padre, así como el resto de directivos que integran el Consejo de Administración de Grupo Rofil.
Mantener en marcha este periódico, orgullo nuestro de todas las jornadas, es una labor titánica en un inmenso océano de comunicación, plataformas y redes. Las tormentas siempre aparecen, pero el timón siempre se ha mantenido firme, estable y con rumbo, como lo hubiera hecho Beto Buenfil.
Pese a todo, un día al año, una sola fecha cada 365 días, tenemos que ser realistas para reconocer, con la mano en el corazón, que esa silla de donde surgían ideas, indicaciones y hasta regaños, sigue estando vacía.
Ciertamente, las cosas siguieron su curso, como él lo hubiera querido. Todo el equipo siempre poniendo su mayor esfuerzo para encontrar la mejor noticia, la que nuestros lectores necesitan saber.
Sí, en Peninsular Punto Medio la vida siguió, sin que eso signifique que las cosas son como antes. La silla sigue vacía y nunca nadie podrá volver a llenarla. Sin embargo, el seco camino por donde han corrido lágrimas nos recuerda el legado de un corazón, el de don Alberto, que sigue latiendo más allá del tiempo y el espacio. Incluso en la distancia, su voz, la voz de nuestro querido director, es el motor que impulsa, guía y brinda fuerzas.
A dos años de la partida de don Beto refrendamos el compromiso con nuestros lectores, tal y como él lo habría querido.
Por usted y por él seguiremos aquí.