”A la Virgencita la llevamos en la sangre”

Un promedio de 3 mil  personas por misa se calcula que visitaron a la Virgen Morena en su santuario de la iglesia del barrio de San Cristóbal, con 10 misas el domingo, 8 el lunes por la mañana y 9 por la tarde-noche, según los voceros de la parroquia.

Desde la mañana del domingo 11 cerraron las calles para dar paso a los peregrinos, antorchistas, ciclistas y vecinos que llegaron para dar gracias a la Virgen o simplemente para venerarla.

Los encabezados de los diarios tanto locales como nacionales dieron fe de la magnitud del evento católico más esperado. La veneración se vive en todo el país donde millones de mexicanos por idiosincrasia festejan a la Virgen con ofrendas que van desde flores, velas hasta demostraciones de resistencia física.

Dentro del remolino de gente se puede encontrar a antorchistas que compartieron su experiencia para Punto Medio. 

Entre uno y otro grupo dimos con la más fuerte demostración de amor a la Virgen. Cuatro jóvenes de Seyé viajaron a la Ciudad de México en autobús, compraron unas figuras de yeso del peso y tamaño de una persona adulta, regresando así con las estatuas sobre la espalda y en bicicleta. haciendo un viaje de regreso de 21 días para llegar la madrugada del 12 de diciembre al barrio de San Cristóbal.

No habíamos terminado la entrevista con César A. Madera cuando llegaron tres ciclistas con las estatuas de yeso en los hombros cubiertas de plásticos y cobertores.  Oriundos de Tekantó,  llegaron de un viaje que comenzó en bicicleta desde Yucatán a la Ciudad de México con un tiempo de 14 días, regresando con las estatuillas en la espalda para hacer 20 días con  sus ordinarias bicicletas, pasando frío, hambre, sed, con incontables pinchaduras y cambios de llanta y  el peligro de los tráileres que formaban bolsas de aire cada vez que pasaban pegadito a sus bicicletas, y la lluvia viajó con ellos en todo el trayecto.  Tres hermanos hicieron la promesa de encontrarse con la Virgen de Guadalupe pidiendo por la salud de su padre, y cumplieron con éxito la manda.

“A la Virgencita la llevamos en la sangre, en nuestra piel, en nuestro ser. Es Nuestra madre”, expresaron los antorchistas, que a pesar de los desvelos y el cansancio sonreían con júbilo al hablar de la Guadalupana. Anécdotas como éstas encontramos alrededor de la iglesia, sintiendo la piel erizada cada vez que contaban con fervor su proeza.

Los padres de familia acostumbran a los niños a venerar a la Virgen de Guadalupe, vistiéndolos con atuendos simulando a San Juan Diego o a la misma madre de Dios.

Saldo blanco

Llegaron familias desde Campeche y Tabasco, algunos cuentan que les tomó 4 días arribar, a veces corriendo, otras caminando.

Protección Civil estuvo presente en cada minuto, de tal manera que se reportó saldo blanco hasta ayer, pues ya entrada la noche seguían llegando peregrinos. Por otro lado la asistencia médica estuvo sin actividad pues no se reportó ningún malestar entre los asistentes.

Se vivió un ambiente de paz y respeto sin conato de bronca, nada de alcohol, según afirmó uno de los oficiales en turno.

Ayudó mucho el clima, y pese al frío y la humedad de la madrugada la gente durmió sobre las aceras cubriéndose con sus cobertores.

Después de toda esta aventura uno se pregunta: ¿Cómo es que la gente tiene tanta resistencia para algunos eventos? Probablemente la respuesta esté en la fe.

Gabriela Cortés 

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