Alimentación mundial, en riesgo

Con el ritmo galopante con el que crece la población, será necesario aumentar la producción de alimentos en un 70% para el año 2050; por ello, Emilio Martínez de Velasco Aguirre recalca que es necesario transformar el sistema alimentario para hacerlo más sano, sostenible, incluyente y resiliente

Hoy, como cada 16 de octubre desde el año 1979, se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y es la ocasión propicia para hacer conciencia de lo cada vez más complejo que resulta producir comida para una población que crece a ritmo galopante, y que el planeta no aguantará que esto se siga realizando a través del actual modelo agroindustrial.

De acuerdo con estimaciones de especialistas, para el año 2050, el planeta tendrá dos mil millones de habitantes más, para sumar una población de 10 mil millones de personas, por lo que se hará necesario aumentar en un 70 por ciento la producción de alimentos.

“Pero esto no será posible lograrlo si seguimos produciendo alimentos como lo hemos hecho en las últimas décadas, con el modelo agroindustrial, que depende de insumos y químicos como fertilizantes que vienen del petróleo y generan un gran impacto ambiental”, advierte Emilio Martínez de Velasco Aguirre, director del Laboratorio de Innovación Colaborativa de la Universidad Anáhuac Mayab, quien destaca que la agricultura ocupa el 70 por ciento del agua dulce del consumo humano, además de que es causa de deforestación de grandes extensiones de terreno.

Por ello, recalca, es necesario transformar nuestro sistema alimentario para hacerlo más sano, sostenible, incluyente y resiliente, y esto significa que tenemos que repensar qué comemos, cómo lo producimos, cómo lo transformamos y hasta cómo lo desechamos.

En este punto no se puede dejar de señalar que debido al covid-19, en muchos países disminuyó la producción de alimentos, y otros que venían de regiones muy lejanas se encarecieron, de modo que en estos momentos hay millones de personas que en el mundo están cayendo en situación de hambre.

“Y la situación se va a poner peor, porque con el cambio climático será cada vez más difícil producir alimentos”, subraya el catedrático, quien lamenta que en medio de este complejo panorama se desperdicie la tercera parte de todos los alimentos que se producen en el planeta.

Ante esta realidad, en el Laboratorio de Innovación Colaborativa de la Universidad Anáhuac Mayab, desde el año 2020, se puso en marcha el proyecto denominado “Los Sistemas Alimentarios del Futuro”, que incentiva la transformación de la manera en la que se producen alimentos en la región, utilizando insumos generados a partir de productos naturales que eleven la rentabilidad y eficiencia que traen aparejados un beneficio social y ambiental.

En este año el lema para difundir la campaña del Día Mundial de la Alimentación es “No dejar a nadie atrás”, y hace conciencia en que hay muchas familias que no pueden permitirse tener una alimentación sana, y eso repercute directamente en su salud.

Por ello, el objetivo es sensibilizar a la población sobre la importancia de la agricultura familiar y los pequeños agricultores (que cada vez son menos), para apoyarlos con la compra de lo que, a través de sistemas de producción tradicionales, obtienen en sus milpas, solares y huertos, lo que representa grandes ventajas en comparación con los alimentos procesados.

Aunque pueden ser alimentos frescos, en muchos casos se traen de lugares muy lejanos y en el tiempo que lleva el traslado, además de que pierden nutrientes, generan un impacto ambiental muy grande, la famosa huella de carbono, que lógicamente es mayor si el producto se trae desde otros países o de Estados lejanos, que si se trae de algún municipio cercano a la capital yucateca.

Y aunque lógicamente no se producirán en Yucatán manzanas, uvas o kiwis, hay una amplia variedad de cultivos locales cuyo consumo aporta beneficios a nuestra salud, y darlos a conocer es la labor que se impulsa en el Laboratorio de Innovación  Colaborativa de la Anáhuac Mayab, en el entendido de que si la gente no conoce. por ejemplo, el “Kanisté” o Zapote Amarillo, no lo consumirá, y al no haber demanda se perderá el incentivo para cultivarlo y con el tiempo podría desaparecer. 

“Además con el consumo de estos productos locales, frescos y saludables, apoyamos a los pequeños productores y a familias de campesinos que mantienen viva la agrodiversidad heredada de los ancestros y que es resultado de miles de años de selección y mejoramiento”, apuntó.

Un buen ejemplo respecto a lo anterior es que en todo México hay 64 razas de maíz, de las cuales en Yucatán hay tres: el Tuxpeño, el Dzibi Ik kaal y el Naal Teel o “Gallito”, explica el biólogo Arturo Cantón Ruz, quien destaca que a partir de la combinación que han realizado los campesinos como Los Guardianes de la Semilla del Sur, hoy en día, se cuentan 20 variedades de maíces.

“Los hay de colores blanco, morado, rojos, de diferentes formas, tamaños, cantidad de almidones y nutrientes, así como de ciclos de crecimiento que van de un mes y medio a cuatro meses”, detalla el entrevistado, quien es parte del Proyecto de Agrodiversidad Mexicana de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, Conabio.

En este sentido, hay que destacar que en este programa, además de trabajar con los campesinos en la producción y uso de bioinsumos como por ejemplo, el té de neem o de tabaco para matar hierba, en lugar de rociar con un líquido llamado Cerillo, o fertilizar con estiércol de vaca o melaza, o también reproducir microorganismos de los montes que ayudan a combatir plagas, se ha fomentado la instalación de bancos de semillas. En la actualidad hay dos en Yaxcabá, uno en Xocén, municipio de Valladolid, y uno más a cargo de los Guardianes de la Semillas del Sur, en Chacsinkín.

A los campesinos no les gusta usar la palabra “Banco”, y les llaman “Casa de la Semilla”, explica el biólogo, quien comenta que estos espacios funcionan como reservorio para que en el caso de que llegue un huracán o que los pájaros saquen la semilla puedan utilizar la que guardaron.

“Esa es la ventaja de la semilla criolla, que al depender de la selección colectiva en la que participan los campesinos, se puede conservar almacenada hasta por un año y no vence a diferencia de las híbridas o transgénicas que son diseñadas por una empresa precisamente para que no se puede almacenar porque se pica rápido y después de un año germina sólo la mitad”, explica Cantón Ruz, quien advierte que la Ley de Variedades Vegetales deja abierta la posibilidad de que los campesinos sean criminalizados por utilizar sus propias semillas.

“Se trata de una ley que busca beneficiar a las compañías productoras de semillas o de insumos para que crezcan o se protejan de las plagas que llega al extremo de que si el viento llevó polen de sus plantas a tu milpa y se cruzan, pueden demandar”, explica el entrevistado, quien recalca que esta situación ha generado alarma porque obliga a comprar semilla de diseño y pone en riesgo de desaparecer a 64 razas de maíz en todo México o peor aún, se pone en peligro el derecho a la alimentación.

Texto: Manuel Pool

Fotos: Cortesía