And the winner is…

Llega el día de la ceremonia de premiación cinematográfica. Se entregará, entre otras, la estatuilla a la mejor actuación estelar. Una pareja de estrellas de cine (elegantemente ataviados de etiqueta y con una sonrisa monumental) anuncian los nombres de los actores nominados:

 

-Enrique Peña Nieto, por “El Héroe implacable”, producida por Presidential Entertainment Group.

 

-Joaquín “El Chapo” Guzmán, por “Mi vida” producida por Altiplano Films.

 

-Sean Penn por “El escritor” producida por Rolling Stone Studios.

 

-Kate del Castillo por “Pasión en Sinaloa” producida por Chapopote Pictures.

 

Silencio en la sala. Gran expectativa mientras llega el sobre lacrado que contiene el nombre del ganador. Los conductores lo leen en silencio. Viene la frase tan esperada: “…and the winner is…¡¡El Chapooooooo!!!

 

En el imaginario lo lograron. Y sucedió así por esa absurda obsesión de los políticos que pretenden que cada coyuntura en el quehacer gubernamental se traduzca en un titular glorioso de prensa escrita, radio y TV que ensalce el buen gobierno. Realizaron todo un espectáculo a fin de lograr una buena nota periodística. Todo por la imagen. Todo por crear “percepción” a costa de lo que sea, aunque la realidad sea otra. Todos alzaron sus copas para brindar por la captura de un peligroso mafioso que ellos mismos habían dejado escapar. Todos cantaron patrióticamente el himno nacional para ensalzar tan heroica captura. A poner en práctica esa máxima mexicana que plantea que si algo sale mal, se buscan responsables externos, pero si sale bien, es obvio que el éxito es del Presidente de la República y punto. 

 

Peña Nieto (gracias a “El Chapo” Guzmán, sí, gracias a él) pudo transitar de  aquél reclamo presidencial por la falta de aplausos a su persona (o de su publicidad “antiquejas”) al ¡Viva el señor Presidente! que su círculo cercano le obsequia ahora de manera tan efusiva.

 

Y también lo lograron un actor norteamericano aburrido del glamour, de la mano de una actriz mexicana (bastante mediocre para mi gusto) apasionada de los temas del narco. Ambos deciden responder a la invitación del capo y, de paso, subir un nuevo peldaño de fama. Gracias a ellos, el mafioso es elevado a una nueva fase de popularidad global. 

 

El peligroso delincuente alcanzó sus fines. Se mostró como un excelente publicista de sí mismo. Logró que otros (Peña Nieto, Sean Penn y Kate del Castillo) lo encumbraran. La enormidad de “El Chapo” era tal, que su captura sólo era posible gracias a la grandiosidad presidencial. Tan grande es “El Chapo”, que un actor norteamericano ganador de  tres Óscares y una popular mexicana le entrevistan, a fin de plasmar la voz del delincuente -y su personal visión de la vida- en todas las planas globales. Y “El Chapo” lo logra, porque éste siempre tuvo clara su previsible captura. Sólo era cuestión de tiempo. Poco tenía que perder y mucho qué ganar: la posteridad, el engrandecimiento del mito.

 

Y siguiendo el guión telenovelesco -muy propio de la administración Peña Nieto- la aprehensión  de este rufián es retratada por los medios afines al poder como la cura de muchos, muchísimos males. Como en toda las telenovelas (similares a esas que protagonizó la amada cónyuge presidencial) la historia debe tener un final feliz. Tanta dicha hay que gritarla a los cuatro vientos. Y hacer que esa gloria perdure. Para ello, todos los días el gobierno nos comparte un capítulo, una revelación, un nuevo vídeo o detalle sobre cada uno de los momentos de la investigación y la captura del famoso narcotraficante. Mucho material para las futuras películas sobre la vida de tan temido personaje.  Puff.

 

Es claro que “El Chapo” no podrá asistir a ninguna ceremonia de premiación ni pronunciar el discurso de agradecimiento a la Academia. No podrá recoger su presea actoral. Pero el triunfo nadie se lo quitará. Nadie. 

Ganó el capo. 

Ganó “El Chapo”. 

El mundo al revés.

 

bgrauet@hotmail.com

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