Hoy se celebra la festividad de los Reyes, patronos de Tizimín, una ocasión marcada por fervor y devoción. El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, recordó la importancia del relato según San Mateo, único de los cuatro evangelios que narra la adoración de los Magos.
Monseñor Rodríguez inauguró el Año Santo en Tizimín, destacando que el santuario de los Reyes fue designado como lugar de indulgencia plenaria. Explicó que el texto bíblico menciona a magos venidos de Oriente, pero no especifica que fueran reyes, cuántos eran ni sus nombres. Sin embargo, la tradición los ha llamado “reyes”, ya que su travesía implicó recursos significativos, incluyendo la protección de un pequeño ejército.
El arzobispo detalló cómo esta festividad se celebra en diversos lugares como Colonia, Alemania, donde se resguardan reliquias atribuidas a los Reyes Magos, y en España, desde donde la devoción llegó a América. En México, además de la tradición de la Rosca de Reyes, los Magos son asociados con la entrega de juguetes a los niños.
Particularmente en Tizimín, la veneración a Melchor, Gaspar y Baltazar tiene un fervor especial, extendiéndose a todo Yucatán. La palabra “Epifanía”, que significa “manifestación”, se refiere al acto de Dios de revelarse a todas las naciones. Monseñor destacó que, mientras muchos de los cercanos al Niño Jesús no lo reconocieron, los Magos, representando a los pueblos paganos, lo buscaron y adoraron como Rey, Dios y hombre.
Recordando un pasaje de la Carta a los Efesios, enfatizó que el mensaje de salvación está destinado a todas las naciones, un designio revelado por Dios. Asimismo, destacó las profecías de Isaías y el Salmo 71, que anuncian la adoración de los reyes al Señor.
Los Magos, descritos como científicos y estudiosos, buscaron la verdad a través de los fenómenos astronómicos, encontrando en el Niño Dios la respuesta a su búsqueda. Al llegar a Belén, ofrecieron tres dones: oro, incienso y mirra.
El oro representaba su reconocimiento al Niño como Rey, un recurso que permitió a María y José establecerse en Egipto. El incienso simbolizaba su divinidad y nuestra adoración a Dios, presente en la oración y la Eucaristía. La mirra, un signo profético, anunciaba la pasión redentora de Cristo. Este último don nos recuerda la importancia de consolar a los que sufren y aceptar con fe los momentos difíciles.
Monseñor concluyó exhortando a los fieles a imitar a los Reyes Magos en su generosidad y búsqueda de la verdad. Durante el 2025, Año Jubilar, llamó a caminar como “peregrinos de la esperanza”, profundizando en la fe y cumpliendo la voluntad de Dios con espíritu de amor y servicio.
Texto y foto: Darwin Ail