Borrón y cuenta nueva

Oscar Ellis

El pasado miércoles 15 de febrero realicé mi debut como columnista de este periódico mediante un texto titulado “¿Quién Maldice al Pornógrafo?”; el cual, viéndolo en retrospectiva, quizás debió haberse titulado más bien “De Escorias a Escorias”, ya que hubiera enmarcado de manera más clara y redonda mi verdadera intención detrás del mismo. A través de un tono satírico, rayando en lo provocador, intenté poner sobre la mesa un punto que, a nivel personal, considero verdadero en la medida en que he podido constatarlo tanto con datos como con observación: que algunos grupos o facciones radicales que afirman representar a causas de carácter social como el feminismo tienden a ser oportunistamente selectivos en su condena mediática de figuras públicas que son anatemas a su política; basándose más en su perfil dentro de la conciencia popular y si continúan con vida o no.

Naturalmente, esperé reacciones no solo de desacuerdo, sino incluso de muy comprensible indignación. Y así fue. Sin embargo, tras haber observado que nada del alboroto causado contribuyó a propiciar una verdadera discusión respecto a este punto que tanto me importaba (y que todavía me importa), debo concluir que este primer texto bien podría considerarse un fracaso. Un inicio con el pie izquierdo. Por lo mismo, lamento haberle hecho perder tiempo a la publicación que me acobija y a sus lectores. Especialmente porque el texto en cuestión no constituye un reflejo preciso de mi personalidad como escritor. A diferencia de otros seres humanos escribiendo para los medios, no tengo miedo a reconocer cuando meto la pata. Mi madre solía decirme: “Siempre que puedas, dí la verdad. De esa forma, cuando tengas que mentir por una buena razón, estarán más dispuestos a perdonarte”. Antes que ser controversial, o incluso leído, me interesa ser sincero. Y es justamente eso lo que hoy vengo a ofrecerles como la base fundamental de mis publicaciones a partir de ahora.

Más que como un “mea culpa”, los invito con el corazón en la mano a ver estas líneas como una invitación a empezar de nuevo. Desde luego que no puedo pedirles eso sin antes ganármelo. De modo que me comprometo a que, si bien quizás no escriba lo que más les guste leer, todo lo que lean de mí sea sincero, a la vez que lo más crítico, claro, firme y entretenido posible. Si eso hace que regresen para la próxima, muy bien. Si no, también. Si en el proceso también los escandaliza, o mejor aún, los hace pensar, fantástico. Y si no también. Entonces… ¿Qué dicen? ¿Lo intentamos otra vez?

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