Centroamérica y el masivo éxodo hondureño

Por Leslie Lemus

El lazo se rompe por la parte más delgada, sentencia la sabiduría popular. Eso es lo que está ocurriendo en Centroamérica y es algo que incumbe a la sociedad mexicana.

El sábado 13 de octubre de 2018 salieron de la ciudad hondureña de San Pedro Sula cerca de 1,500 personas en la llamada #CaravanaMigrante, la mayoría jóvenes y madres con infantes en brazos. Los testimonios son brutales, unos declaran huir de un potencial tiro de gracia en la cabeza, otras hablan con desesperación por la angustia de tener que “contar lempiras”* para medio alimentar a su hijos e hijas. Su meta final es llegar a Estados Unidos ¡Caminando!

El lunes 15 de octubre la #CaravanaMigrante cruzó la frontera de Guatemala, para ese momento ya eran más de 3,500 personas. El gobierno ilegítimo de Jimmy Morales quiso impedir su paso, haciendo gala una vez más de su nefasta y prepotente ignorancia, porque desde 2006 existe un convenio centroamericano de libre movilidad (CA4). Como no pudieron impedir su paso, quisieron amedrentar al contingente con fuerzas armadas y los retuvieron en carretera por muchas horas. Habrá que ver cuántos cientos o miles se suman desde el territorio guatemalteco. También queda esperar la respuesta de las autoridades mexicanas de migración, aún no sabemos por cuál paso fronterizo planean ingresar.

Se trata del resultado más descarnado de la crisis en Centroamérica, sería un error pensarlo como un problema nacional.

¿Pero qué significa este éxodo masivo desde Honduras? Se trata del resultado más descarnado de la crisis en Centroamérica, sería un error pensarlo como un problema nacional. Para comprender es necesario repasar los hechos de la última década en la región.

En 2009 se perpetró un golpe de Estado en Honduras, comandado por las élites económicas y los sectores más conservadores del país, con la connivencia del gobierno de los Estados Unidos. Lo que siguió a este hecho político fue una escalada de violencia de todo tipo, la persecución y el asesinato de figuras clave de los movimientos sociales -Berta Cáceres, por ejemplo- y el reforzamiento de la impunidad a todo nivel. Y este es un patrón que se ha venido repitiendo en otros países centroamericanos a lo largo de la última década, con sus matices y particularidades locales.

Las consecuencias de estos acontecimientos han sido pagadas por la población, porque a partir de ellos se han agravado las situaciones más extremas de pobreza y exclusión. Estos contextos en los que se ha burlado a la democracia y se han destruido las instituciones han sido los escenarios propicios para el saqueo de recursos.

Los gobiernos, sin distinción de su bandera políticoideológica, han actuado en contra de los derechos de la ciudadanía con violencia y por negligencia. Por un lado, han actualizado formas de represión que fueron propias de la contrainsurgencia durante la Guerra Fría en la región. Por otro lado, han anulado la capacidad del Estado de atender las necesidades y el bienestar de sus habitantes. En pocas palabras, los países de Centroamérica expulsan a su gente. El éxodo masivo materializado en la #CaravanaMigrante es la expresión más contundente de ello.

Estos contextos en los que se ha burlado a la democracia y se han destruido las instituciones han sido los escenarios propicios para el saqueo de recursos.

Hoy que la #CaravanaMigrante atraviesa mi país, Guatemala, y se aproxima a México, vuelvo a pensar en aquellas palabras de la filósofa Judith Butler, parafraseándola: pareciera que la vida está desigualmente repartida o que unas vidas importan más que otras.

Esta gente ha sido despojada de todo, sobre ese despojo se erige la vida grotescamente opulenta de unos pocos. A estas personas no les queda más que su propio cuerpo, no tienen ya nada que perder, como miles de centroamericanos que antes y ahora han migrado en la más absoluta vulnerabilidad.

Quienes integran la #CaravanaMigrante están arriesgando su vida, porque es lo único que les queda.

Ellos y ellas pretenden cruzar México ¡Imaginemos a esta marea humana gigante! Aunque nos neguemos, no podremos evadir el rostro de la miseria pues pasará caminando justo frente a nosotros y nos verá a los ojos. Claro que este texto es un llamado a extender nuestra solidaridad a estas personas, no por su nacionalidad, sino por su humanidad. También es una convocatoria a la intolerancia hacia la injusticia. Nada de la tragedia que este éxodo masivo nos revela podrá cambiarse sin soluciones políticas que pongan fin a un sistema de rapiña que condena a millones a la muerte lenta.

Centroamérica es una bomba de tiempo que puede estallar en las manos, justo en la frontera sur. Ojalá la sociedad mexicana sepa advertir su papel en la región.

*Lempira es la moneda nacional de Honduras.

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