“Estamos buscando sustitutos para vivir. Por eso, aunque suene incongruente, el suicida busca una vida imaginaria. Dice: quiero descansar, quiero ser feliz, pero no hay ningún muerto que lo diga, soy yo quien me imagino una vida mejor”, compartió el doctor Gaspar Baquedano López, representante de la Escuela de Conciencia (Eco), al señalar que el problema del suicidio no se detiene con pastillas.
El especialista, quien fue uno de los participantes en la Jornada de Prevención del suicidio “Vivir es lo de hoy”, dijo que el suicidio no se puede ver desde un punto meramente médico, vas más allá. Es una actitud hacia uno mismo y ante la comunidad.
Consideró que las personas están creando una cultura centrada en tener cosas más que en ser: el materialismo, la cultura comercial, está dominando. Tal es el caso de las parejas, sector donde se registran los mayores casos de suicidios en la entidad, pues una de ellas es vista como “una inversión” con frases como: “me estás defraudando”, “ves con qué me pagas”…
“Por esta cosificación a la que estamos llevando a la sociedad, el individuo queda extraviado, queda en su soledad, excluido el mismo de la vida social y es ahí donde empieza a construirse el suicidio.
El suicidio no existe como el mosco del dengue, se construye. Lo construimos todos nosotros con la desigualdad económica, desempleo, racismo”, abundó.
En este sentido, el trabajo del especialista es construir y retornar a lo humano, que se deje de vendernos, “de ponernos en el pasillos de las ofertas, somos seres humanos. Nuestros niños y nuestros jóvenes, los grupos más afectados, acerquémonos a ellos. No hay que llevarlos a especialistas, hay que hablar con ellos”.
Baquedano López aseguró que las personas con conductas o pensamientos suicidas no son enfermos mentales, algunos tendrán algún tipo de problema médico, pero el problema es más profundo: es humano, de relación frustrada con papá y mamá que luego se lleva ese esquema con el novio, la novia o el esposo.
Las depresiones tampoco son todas cuadros cerebrales físicos, ni todas son para medicamentos, son para entender con qué me estoy construyendo, por lo que el primer medicamento que se puede tener es una salud mental.
“Nunca le preguntamos a los niños y jóvenes sobre sus emociones, lo que se hace es darle una tableta o celular para que dejen de molestar. Estamos rompiendo la comunicación. Lo que hemos hecho es olvidarnos de estos niños, jóvenes y de nosotros mismos”, enfatizó.
Consideró que las personas están buscando sustitutos para vivir, por eso el suicidio, aunque suene contradictorio, busca una vida imaginaria y no se tiene la capacidad para cambiar la vida en algo placentero.
Respecto a la teoría de que el pensamiento suicida se encuentra en los genes, el especialista lo descartó, denunciando que es la comercialización mundial de billones de dólares de compañías farmacéuticas que prometen píldoras de felicidad.
Texto y foto: Jesús Gómez