¿Conoces el síndrome de la vejiga tímida?

¿Alguna vez has acudido a un bar, a un concierto o a una reunión de trabajo, en la que tras tener ganas de ir al baño te ha sido imposible orinar?

Si la respuesta es sí posiblemente eres víctima del síndrome de la vejiga tímida, también conocido como paruresis, que fue identificado por primera vez en 1954 por los psicólogos estadounidenses Griffith W. Williams y Elizabeth T. Degenhard.

Con él dieron diagnóstico a un porcentaje de la población que muestra dificultades e incluso imposibilidad para orinar en lugares públicos o en determinadas situaciones en las que otras personas están o pueden estar presentes, independientemente de que éstas sean amigos, familiares o conocidos.

Se estima que afecta a alrededor del 5% de las personas, principalmente a hombres, aunque los datos al respecto varían mucho en función de cada estudio.

Durante mucho tiempo, y aún hoy, los investigadores han catalogado a la paruresis como un subtipo de fobia social. No obstante, estudios más recientes han clasificado al síndrome de la vejiga tímida como un desorden funcional de la micción que en sus casos más graves sí que podría asemejarse más a una fobia social.

En estos casos, las personas afectadas por la paruresis muestran una absoluta incapacidad para orinar fuera de casa e, incluso, en su propio hogar si hay alguien más en el baño o en las inmediaciones. En los diagnósticos más leves los pacientes sí que pueden orinar en lugares públicos, pero para ello necesitan la intimidad de un baño cerrado.

Por qué nos cuesta orinar en baños públicos

Como comentábamos, se estima que la paruresis afecta en mayor medida a hombres que a mujeres, pero en todo caso las manifestaciones son distintas en función del sexo. Así, en el caso de los hombres, el síndrome de la vejiga tímida se produce en mayor medida por el temor a ser vistos mientras orinan en esos baños públicos en los que los urinarios están situados uno a lado del otro, en batería; mientras que en las mujeres la paruresis se produce más por la fobia que les genera el que otras personas ubicadas en baños próximos escuchen el sonido de su micción.

Aunque el síndrome de le vejiga tímida limita y llega a condicionar en ciertos niveles la vida de las personas que lo sufren, hasta la fecha no ha existido mucha investigación al respecto que haya indagado en sus causas.

No obstante, en la literatura médica se considera que existen muchos factores causales implicados en su desarrollo.

Así, por ejemplo, un estudio publicado en 2002 llegaba a la conclusión de que un 16% de las personas afectadas por paruresis que formaron parte de la investigación afirmaban conocer a familiares directos que padecían el mismo problema, por lo que los autores consideraban que existían factores genéticos que predisponían al síndrome.

Sin embargo, la ciencia señala con mayor intensidad a factores de tipo psicógeno, y más en concreto a traumas infantiles relacionados con la micción, que de alguna forma desatan el síndrome de la vejiga tímida.

Entre esos traumas estarían en primer lugar los casos de acoso escolar, que muchas veces tienen el baño como escenario; o las broncas que algunos padres pegan a sus hijos cuando éstos son pequeños y se mean encima.

Estas situaciones generarían inseguridad en los menores, que luego se traduciría en un sentimiento de inferioridad que alcanza sus mayores cotas cuando tienen que exponerse ante otras personas, como sucede en el caso de los baños públicos.

¿Existe solución para la paruresis?

Hasta la fecha no existe una solución 100% efectiva para el tratamiento del síndrome de la vejiga tímida. Según algunos estudios, la terapia que mejor ha funcionado ha sido la de tipo cognitivo conductual, que enfoca la paruresis como una fobia social.

Así, la terapia consistiría en la exposición al estímulo que produce la fobia, en este caso la micción, que se lleva a cabo de forma gradual, empezando por el hogar hasta poco a poco ir llegando a lugares más concurridos para orinar. En el estudio antes mencionado, por ejemplo, los investigadores llevaron a cabo con los pacientes una terapia de tipo conductual, acompañada por otras técnicas terapéuticas.

Con ellas solo el 27% de los afectados vieron mejorados sus síntomas, mientras que un 28% permaneció estable y casi un 8% mostraron un empeoramiento de sus síntomas.

El resto, un 36,5% mostraron mejoras, pero solo de forma intermitente. Otros estudios, sin embargo, afirman que tras una decena de sesiones de esta terapia el 80% de los pacientes muestra mejorías en la paruresis.

Los problemas para orinar cerca de otras personas suelen comenzar en la pubertad, a raíz de una experiencia traumática, de gran estrés, o de una personalidad extremadamente tímida e introvertida, con baja autoestima y complejo de inferioridad.

También es posible que sus padres u otras personas les hayan hecho sentir mucha vergüenza, que hayan sufrido acoso escolar en el baño, o que hayan sufrido abuso sexual.

Muchas personas que han pasado por este tipo de situaciones no han desarrollado paruresis, lo que indica que también hay otros factores como predisposición física o psicológica. A muchas personas les avergüenza hablar de este problema, porque sienten que no serán comprendidos.

Pero recuerda, es un problema muy común (se cree que afecta al 10% de la población), por lo tanto hay millones de casos en todo el mundo y la mayoría de ellos tienen cura.– Agencias

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