Cuando se acaba la vida

Por Mario Barghomz

¡QUÉ TEXTO TAN extraordinario en su brevedad tan real, tan sublime y tan brutal!

Me refiero al libro de Christiane Singer: “Últimos fragmentos de un largo viaje” (Editorial Luciérnaga; España, 2008), en donde la autora hace una crónica de sí misma, de su cáncer, de sus seis meses de vida…de su muerte que se aproxima.

“Todavía le quedan seis meses a lo sumo, me dice el joven médico –escribe Singer, p.11-. Una vez pronunciadas estas palabras, no quiero compadecerme de mí, pues he sido tan ricamente colmada de vida…”

Singer no llora, no maldice, no se queja. Y actuará exenta de buscar remedios mágicos o milagrosos para aliviar su cáncer.

Más allá del dolor habla con su sufrimiento, quiere entenderlo, encontrarle sentido. “Una enfermedad está en mí –dice, p.14-. Es un hecho. Mi trabajo será no estar en la enfermedad”.

Y lo que Singer ha escrito en este pequeño manifiesto sobre su propia enfermedad; me orienta, me enseña, me dice mucho del enfermo terminal. Quizá más, en su caso particular, de lo que pueda decirme la ciencia médica fuera de su rango y canon de conocimiento sobre el tema.

Pero queda claro que Christiane no es una enferma común, sino una intelectual que enfrentará la enfermedad desde su virtud, desde su perspectiva de escritora reconocida empeñada en saber cómo va muriendo lentamente. Y eso hace una diferencia con aquellos otros enfermos (la mayoría) que simplemente la padecen sufriendo. Cada enfermo es un mundo y cada cáncer también. El de Singer la matará como ha dicho su médico. ¡No habrá milagros!

La historia que Singer nos cuenta es real. Una historia (la suya) que ocurrió entre finales del año 2006 y principios del 2007. De su lucha con el cáncer a sus sesenta y cuatro años de edad. Su crónica va sucediendo mientras pasan los seis meses que le han dado de vida. Vemos en ella sus emociones y sentimientos, sus cambios, sus conflictos, pero sobre todo, su temple, su actitud estoica que nos permite mirar su fondo espiritual. Aquello que Singer no conoce y a lo que por supuesto nunca se ha enfrentado.

Escribe: “Vencer la muerte, vencer la enfermedad, ¡qué grotesco y arrogante! ¿Acaso podríamos decir que alguien que ha retrasado dos horas la comida, ha vencido el hambre, o que alguien que ha prolongado dos horas su velada, ha vencido el sueño? Recuerdo a Hamlet: “morir, dormir…no más”. Pero Hamlet no sabe que va a morir. Su sufrimiento es otro, pero también brutal. Poco a poco y a medida que su enfermedad avanza; Singer se va dando cuenta que la vida es otra desde su nueva perspectiva; más real, más intensa, más auténtica porque, como dice, todo lo que ahora recibe tanto de amigos, médico, enfermeras, su esposo y sus hijos, tiene que ver con la sinceridad, el aprecio, el amor, la compañía, dada la brevedad de las circunstancias. “Mi enfermedad abre espacios inesperados para muchos seres –dice, p.20-, tanto para los más allegados como para mis amigos del alma y del corazón”.

Con ello; Christiane Singer (a través de su historia) nos da una lección de vida y de honor, de resistencia y ánimo, de sentido y dignidad. No se acobarda ante el dolor, no lo evade, sino que lo sufre, lo enfrenta y lo acepta como su destino personal y humano. Y destino es de lo que habla Marco Aurelio (el rey filósofo) en sus Meditaciones; un destino signado por la naturaleza misma de nuestra existencia en el Cosmos. Podemos morir hoy o mañana, dice Marco Aurelio, en un año o más, pero para la muerte, ¿cuál es la diferencia?

Invadida por la enfermedad, Singer sigue amando la vida. Su vida que a partir de entonces no es la misma sino otra. ¡Una mejor!, dice, más llena de amor y pasión. “Creo que ante la enfermedad lo único sensato que se puede hacer es amar…amar de todas las formas posibles” (p.42).

Leyéndola; quizá sea el amor del que habla lo que la seguirá manteniendo con vida, porque los médicos no se explican cómo es que resiste tanto, con tanta resiliencia y valor, la invasión de un cáncer que médicamente ya la hubiera matado.

Los últimos fragmentos de un largo viaje significan literalmente eso; la última parte de su odisea por la vida. “En el fondo –la cito por último-…al otro lado de lo peor, nos espera el amor… No falta nada. Si debo irme, todo está perfecto”.

 

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