Este domingo, la Iglesia nos trae a consideración el Evangelio donde Jesucristo es tentado por los fariseos, al preguntarle públicamente si es lícito pagar tributo al César.
Quisieron crear confusión y problemas a Jesucristo con este dilema. Si la respuesta hubiese sido: sí es lícito, Jesucristo quedaba mal con los judíos que lo escuchaban puesto que era reconocer la legitimidad del gobierno romano, pax romana. En caso contrario, de responder que aquello no era lícito, los romanos presentes lo tomarían como un sedicioso.
La afirmación, llena de sabiduría, los pone en su lugar. Jesucristo pidió una moneda y preguntó: “¿De quién es el rostro que aparece en esta moneda?”. Los fariseos respondieron: “del César”. Fue cuando Jesús dijo la frase célebre: “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios”.
Esta frase se puede interpretar de distintas maneras, según el sentido de las Sagradas Escrituras y también erróneamente.
Con esto, Jesucristo no quiere separar de una manera tajante la autoridad civil de la eclesiástica, sino, al contrario, nos invita a cumplir con ambas partes. Recordemos lo que dice el apóstol San Pablo: “Toda autoridad viene de Dios”.
El Estado laico procura el bienestar común y social. La no profesión de una religión oficial no indica que el Estado deba ir en contra del bien común y atacar todo lo que representa a Dios.
De hecho, podemos afirmar que el origen de occidente fue cristiano netamente. Nuestra misma nación tiene origen cristiano, aunque muchos no quieran aceptarlo y critiquen la llegada de los españoles como si fuese algo dañino para nuestro México.
El relativismo que permea en la sociedad permite que cada uno sea dueño de su verdad, rechace toda autoridad, perdiendo el sentido de la vida.
Toda sociedad que se constituye de acuerdo con la naturaleza de las cosas tiene el derecho de proveerse de una autoridad legítima.
Comenzando por la familia, cuya autoridad está constituida por los padres (padre y madre), con la supremacía del padre en última instancia, no obstante, los reclamos indebidos de los movimientos feministas mal orientados.
Aún en la familia no católica, la autoridad de los padres es legítima por propia naturaleza, a no ser que ordenase algo contrario a las leyes naturales o divina. En esas condiciones, no hay por qué negar la legitimidad de la autoridad.
Esta frase regula las relaciones entre las leyes civiles y la ley de Dios. El hombre debe de obedecer la ley humana civil siempre que ésta no sea contraria a la ley divina natural.
En caso contrario, se debe de resistir a la ley civil porque “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” y lo debe hacer, aunque esto acarree inconvenientes y persecución, porque la pureza y la paz de la conciencia moral son superior a cualquier bienestar o ventaja material.
Dar al César lo que es del César, es decir, cumplamos las leyes apegadas al derecho natural y a nuestros deberes como buenos ciudadano.
Dar a Dios lo que es de Dios, reconozcamos y adoremos a Dios como principio y fin de todas las cosas.
Por Roberto Atocha Dorantes Sáenz*
robertodorantes01@gmail.com
* Ejecutivo de ventas, pero ante todo un hombre de fe inquebrantable. Experto en teología y filosofía.