Diplomacia y congruencia

Hace algunos meses en Nueva York concluyó la negociación del Pacto Mundial de Migración. Este es un acuerdo por el cual los miembros de Naciones Unidas se comprometen a trabajar para el fortalecimiento de la gobernanza global en materia de migración. México jugó un papel clave en la negociación del Pacto, ya que el embajador Juan José Gómez Camacho -nuestro representante permanente en la ONU- fue cofacilitador de este proceso junto con el embajador de Suiza. Entre los principales compromisos asumidos por los Estados está el respeto a los derechos de los migrantes, utilizar la expulsión forzada como último recurso y proveer a todos los migrantes y sus familias de servicios básicos.

Ante el activismo internacional mexicano en estos temas, la reacción de algunos suele ser de sorpresa. ¿Cómo puede México ir a la ONU a hablar de derechos de los migrantes cuanto al interior de nuestro país se trata de manera muy distinta a los migrantes centroamericanos?, ¿no es esto incongruente? se preguntan.

México dedica tanta energía y recursos en Naciones Unidas a la migración por una razón eminentemente interna, somos un país de origen, transito y destino de migrantes, que enfrenta retos monumentales en la materia. Por tanto, para México, el establecimiento de normas y acuerdos que traten de establecer entendimientos sobre la migración internacional es un asunto de absoluto interés primario.

Respecto a la supuesta incongruencia en la que incurría México, algunos de los negociadores del Pacto argumenta con razón que promover acuerdos en temas en los que tenemos notables debilidades no sólo no es incongruente, sino que es congruente con la voluntad de resolverlos, ya que estos desarrollos elevan los estándares internacionales en la materia, lo cual termina por repercutir en lo doméstico ya que aumenta las expectativas de acción para las autoridades y los parámetros a los que deben someterse. Es decir, lo acordado por los Estados en el exterior se convierte en una fuerza virtuosa que los empuja a cerrar la distancia entre lo que se dentro y fuera de las fronteras.

Y adicionalmente, si tener antecedentes impecables en un tema fuese un requisito indispensable para promoverlo en el exterior, no sólo no existiría buena parte de Naciones Unidas, si no que sería imposible hacerle frente a a enorme cantidad de problemas que demandan acción coordinada entre países, anclada en un diagnóstico sincero de la realidad, pero también con una clara visión del futuro.

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