Displicencia

La mañana de ayer miércoles 11 de abril, observé con detenimiento una mesa de discusión con tres de los candidatos a gobernar la Ciudad de México, tan lejos de Mérida pero muy cerca del interés nacional como asiento de los tres poderes de la Unión. Fue un ejercicio muy dinámico moderado por Carlos Loret de Mola, periodista destacado de Televisa que, por primera vez en muchos años, moderó sus ímpetus y dejó a la mesa fluir y a los participantes, hablar.

Se trataba de dos mujeres y un hombre –Claudia Scheinbaum, candidata de Juntos Haremos Historia (Morena-PT y PES), Alejandra Barrales, candidata de Por México al Frente (PRD,PAN y MC) y Mikel Arriola (PRI).

Con lo que pude apreciar en esa media hora de duración, aproximadamente, mi atención la acapararon la personalidad de los participantes; sus respectivos partidos para mí, pasaron a segundo término. Por supuesto que nadie gobierna solo, pero considero que sí es necesario hacer distinciones para reconocer al individuo, entre el mar de intereses partidarios. A mi parecer los partidos políticos dejaron de ser instituciones consolidadas de determinados rasgos ideológicos distintivos, para convertirse en plataformas políticas desprovistas de ideario, ideales y, eso sí, rebosantes de retórica y pragmatismo

Ante ese escenario de coaliciones disímbolas –uniones por conveniencia– creo que el poder de uno es elemento que puede hacer la gran diferencia con una trayectoria honesta, formación profesional competitiva e intereses centrados en el bien común. Por eso, destaco el producto comunicativo que vi en la mañana con candidatos que con sus expresiones verbales –y las no verbales sobre todo– dieron pistas suficientes del carácter de cada persona y de lo que harían si llegaran a ser gobernante.

Cada uno expuso por qué es la opción más idónea, con referencias de trayectoria y experiencia académica y ahí, en esa primera ronda, encontré la palabra de esta columna en la exposición de una candidata que cuenta con grado de Doctor.

La esencia de la persona creo que es fundamental para el buen desempeño de un gobernante porque si su ánimo denota cierta displicencia: “desagrado o indiferencia en el trato” (diccionario de la Real Academia Español), muy probablemente la evasión de la mirada directa o del saludo de mano, sería tan significativo como lo que el candidato haga de inmediato –hacer una mueca o limpiarse la mano–, ni qué decir si constantemente alguno recuerda al resto de los contendientes que “van muy detrás y serán derrotados”, decirlo en el contexto de campaña o de un debate es lógico, pero recitarlo como mantra, de verdad es pedantería.

Asumirse ganador desde ahorita, sea quien sea, es una falta de respeto a los votantes pues sólo el día de la jornada electoral se verá si la displicencia en el trato de algunos, pasa inadvertida.

Por Carmen Garay

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