Don Lucho, testigo del último día del Che Guevara

Don Lucho vio “herido, demacrado y harapiento” a Ernesto Che Guevara hace 52 años, concretamente el 8 de octubre de 1967, cuando accedió a dar un vaso de agua al legendario guerrillero argentino y cubano, ya herido y entregado tras una balacera contra los rangers bolivianos en la quebrada del Yuro.

Aquella tarde, “don Lucho” aún era Luis Flores, tenía 19 años y era un voluntario más en el Regimiento Manchego XII de Infantería acantonado en Santa Cruz.

Nació en La Paz, y como se consideraba “un valiente”, se apuntó a la instrucción durante cinco meses para la guerra de guerrillas.

El Che Guevara había abandonado sus cargos en el Gobierno Revolucionario de Fidel Castro y se infiltró en Bolivia junto a un reducido número de guerrilleros con el fin de extender el comunismo en América Latina.

EN EL CAÑÓN DEL YURO

Don Lucho ingresó en el campo militar en abril de 1967, se puso la boina verde e hizo un curso de supervivencia en la selva de Santa Cruz durante dos meses.

Enseguida empieza a comprobar de primera mano la acción guerrillera. “Después de desfilar en Santa Cruz nos llevaron a Valle Grande, donde vemos nada más llegar un grupo de guerrilleros muertos, tanto bolivianos como cubanos. Fuimos a buscar a dos que huyeron y los detuvimos un día después”.

La zona era un hervidero de acción guerrillera, pero pocos se atrevían a precisar dónde habían visto guerrilleros, por miedo o por la acción de un buen soborno.

“El 8 de octubre, a las cinco de la mañana, un campesino nos dijo que había visto a los guerrilleros pasar por su propiedad en el Yuro, a cinco kilómetros de Higuera. El jefe, Gary Prado, nos envió allá por si acaso era verdad. Tras observar la zona, hicimos planes para acceder al cañón del Yuro y pedimos refuerzos”.

Eran las 13 horas de aquel día y el grupo de don Lucho observó movimiento entre la vegetación de la quebrada. Iba a dar comienzo el principio del fin de un personaje universal.

“Entramos en combate y, media hora más tarde, sobre las 13:30, cayó el hombre más buscado. La balacera fue impresionante. Salía fuego por todos lados. El Che salió brazos en alto, rendido, y dijo: ‘Soy el Che, no me maten’”.

El guerrillero barbudo, cuenta don Lucho, llevaba una carabina M1, pero estaba transformada en M2, y “también tenía una pistola”. Enseguida llegó la noticia al capitán Gary Prado Salmón, actualmente general retirado.

“Tenemos al papi”, le dijeron. Pero no fue la única captura, también sacaron bandera blanca el peruano “Chino” y el líder minero “Willy”.

Siguió el combate aquella tarde, con un balance de cinco muertos y tres heridos en el bando del ejército boliviano y otras cinco bajas entre los guerrilleros.

Mientras aún sonaban los disparos, el Che y demás heridos fueron trasladados a la escuela de La Higuera. Había que custodiar el botín, por lo que se establecieron los turnos de guardia.

“Me tocó hacer guardia a las 12 de la noche. Recuerdo que la escuela tenía dos habitaciones, en una estaba el Che y los detenidos y en la otra los muertos. Le vi frente a frente. Estaba decaído, demacrado, con muy mal aspecto, el pelo muy largo, la barba sucia…”, comentó visiblemente emocionado don Lucho.

NI LICENCIA NI TRABAJO

Entonces se produjo una de las últimas conversaciones del Che Guevara horas antes de ser depurado por los hombres del general de aviación general René Barrientos, según aseguró el ex militar.

Esposado de manos y sediento, el Che se dirigió a don Lucho: “Por favor, tráigame agua”. El joven Luis Flores mandó traer un vaso y se lo entregó.

“A cambio, él me ofreció un cigarrillo marca Astoria”, detalle que aceptó. “Qué opina de nosotros?, quiso saber el soldado boliviano. “Ustedes…ustedes son buenos”, contestó Ernesto Guevara.

Un día después, 9 de octubre, don Lucho fue destinado a inspeccionar el lugar del combate de la víspera.

“Recuperamos un guerrillero muerto y descubrimos a dos guerrilleros cubanos en una cueva. Nos dispararon y contestamos con una granada de mortero. Murieron los dos”.

De retorno a La Higuera, sobre las 17 horas, “el Che ya estaba muerto, envuelto en sábanas sobre una camilla y atado a los patines de un helicóptero. En la nave había llegado Barrientos, quien formó a los rangers, para agradecerles sus servicios.

“Nos felicitó y solo abrazó a uno de nosotros porque dijo que no podía abrazar a todos. Nos prometió licenciarnos, volver a la vida civil y darnos un trabajo. Se fue en el helicóptero con el cadáver del Che rumbo a Vallegrande”, indicó Flores.

Los soldados bolivianos nunca vieron las promesas de Barrientos hechas realidad. No hubo ni licenciamiento ni trabajo. Don Lucho estuvo con la boina verde hasta el mes de mayo del 68.

“No sabes quién es el muerto, soldadito boliviano, el muerto es el Che Guevara, que era argentino y cubano”, decía con su guitarra el cantautor Paco Ibáñez.

Don Lucho sí lo sabía, fue consciente de ello desde el principio. “Tenía consciencia de lo ocurrido y contento por haber cumplido con la misión que se nos ordenó. Además, terminó nuestro sacrificio, se había acabado la guerra”, relató emocionado.

Don Lucho apenas levanta la voz, no malgasta palabras, pero su encuentro con el Che Guevara lo enciende. Está casado, con dos hijos, le gusta cuidar de sus dos nietos y aún ejerce como conductor de grupos turísticos.

Apenas la semana pasada, se acaba de cumplir el 52 aniversario de aquellos episodios de combate y los veteranos de los boinas verdes se reunieron en La Paz.

Faltó esta vez don Lucho, enfrascado en el Parque Nacional de Sajama como parte de la organización del Reto Pelayo Vida, donde un grupo de mujeres, supervivientes de un cáncer de mama, estuvo conquistando el techo de Bolivia.

Texto y fotos: EFE

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