El arte de contar mientras “no pasa nada”

Por Didier Ucán Canto

Las historias que consumimos están repletas de misterios intrigantes, acción estridente o situaciones que nos sacan de lo cotidiano. A menudo nos vemos inmersos en tramas de cómo salvar al mundo, cómo cumplir un sueño o cómo conquistar a una chica. Pero ¿qué pasaría si les digo que existe un género en el que no pasa nada?

La animación japonesa es virtuosa en el arte de contar historias de todo tipo, pero además de ofrecernos historias en las que todo se soluciona con golpes y poderes o sobresexualizar a los personajes, de vez en cuando cuentan historias en las que no pasa nada.

El género de la animación japonesa llamado slice of life, o cosas de la vida, se centra precisamente en cosas cotidianas y comunes. Se estará preguntando cómo puede ser esto objeto de consumo. La respuesta es bastante simple en realidad. Como personas sociales siempre estamos interesados en conocer más acerca de la vida de los otros, este género se aprovecha de ese deseo social y nos lleva de la mano para conocer a nuestros protagonistas; es fácil quedar enganchado porque empatizamos con los personajes y sus historias simples.

Es como en la vida real, nos interesamos por la gente haciendo sus cosas, no es un secreto que en plataformas como Youtube abunde el contenido a manera de videoblog de viajes.

En su mayoría las historias son de colegiales, pero inclusive dentro de estas historias con fines de entretenimiento destacan algunas como Shirobako.

En esta serie de comedia seguimos la vida de 5 chicas recién egresadas. Todas con un objetivo en común, dedicarse a la industria de la animación. Los capítulos no hacen otra cosa que mostrarnos la vida cotidiana de un recién egresado en un su primer trabajo, pero bajo ese argumento simplón y algunas bromas se esconden historias de superación personal, de preocupaciones de adultos, de enfrentamiento a la vida real, de dudas existenciales.

Es simplemente gente viviendo las mismas preocupaciones que nosotros. Por eso se siente tan real, por eso queremos que a los protagonistas les vaya bien. Nos volvemos cómplices, confidentes y animadores de sus sueños.

Ahí es cuando entendemos de qué va esto de contar historias sin contar.

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