El Bazar de Fierros cumple 62 años de existencia

Un grupo de vendedores de ferretería buscaba un lugar para establecer sus productos, hasta que ubica el predio marcado con el número 492 de la calle 67 entre 58 y 60, en el centro

Inaugurado el 19 de junio de 1960, el Bazar de Fierros es fruto de la colaboración y unidad de un grupo de vendedores de productos de ferretería que, de manera original, tenían instalados sus puestos en el parque Eulogio Rosado. Tras el aviso de que tenían que desalojar el lugar, por las tardes al término de sus labores salían a caminar  buscando un espacio para trasladar su lugar de operaciones, y fue así que ubicaron el predio marcado con el número 492 de la calle 67 entre 58 y 60.

Era una casa antigua propiedad del Dr. Raúl Hernández y Peón, “eminente científico neurofisiólogo que descubrió el origen del sueño y la vigilia”, reza una placa del Patronato Pro Historia Peninsular A.C., colocada en la parte superior de la placa conmemorativa de la inauguración del lugar.

Con el apoyo del gobierno estatal que encabezaba Agustín Franco Aguilar, y del ayuntamiento de Mérida (el alcalde entonces era Luis Torres Mesías) se adquirió el inmueble que se demolió para  que se construyeran 50 departamentos, dispuestos en dos filas de 25. La obra, por iniciativa del ayuntamiento de Mérida, fue encomendada a la Compañía Constructora “Ingenieros Contratistas Unidos”, siguiendo un proyecto de los ingenieros Eloy Cáceres Cáceres y Luis Fernández López, gerente y administrador general, respectivamente.

A lo largo de un año y medio o más, los locatarios fueron pagando sus espacios a través de mutualistas; el costo de cada uno fue de 10 mil pesos y se entregaron a través de rifas, recordó el ingeniero René Flores Ayora, cuyo padre, don Rubén Flores Pérez el inventor de la máquina “pela chinas”, fue de los fundadores del Bazar junto con los señores Nicolás Solis y Felipe Tun.

De aquellos tiempos se recuerda que en el Bazar se podía encontrar a don Carlos Rejón que vendía hasta veletas completas, esto cuando la capital yucateca no contaba con  un sistema de agua potable y abundaban por todos los rumbos estos aparatos; también en uno de los locales, don Filiberto Tun estaba dedicado a las llaves y candados, mientras que don Jaime Rico tenía un taller dedicado a la reparación de bicicletas.

Don Antonio Pacheco estaba dedicado a la ferretería en general, y don Miguel Uribe a la plomería, pero también había hojalateros como don Tomás Herrera, cuyos descendientes continúan con esta actividad en uno de los pocos locales abiertos en el lugar que en la actualidad ha visto pasar sus mejores tiempos y que ha cambiado radicalmente la vocación de su giro, pues hoy abunda la comida en su entrada principal.

La mayoría, si no es que todos los fundadores, ya han fallecido, pero sus hijos y nietos continúan con el negocio como ocurrió con la descendencia de don Tomás  Pacheco, que continúan elaborando en el lugar moldes para pisos de pasta, y de la misma manera los hijos de don Jose Manzur siguen fabricando productos de hojalata. De la misma manera la familia de don Nicolás Solís siguen dedicados a la venta de ferretería y tubos galvanizados.

En la reciente convivencia con motivo de un aniversario más estuvo presente don Alfonso Inocente Buenfil Castro, el popular “Bolita” que restaba todo tipo de bicicletas, triciclos y  patines, además de don Julio Magaña, cuyo padre vendía, al igual que él, kibis a los locatarios de antaño.  En la reunión estuvo tambien el Famoso boxeador Fredy “El Chato” Castillo, quien también era plomero y acudía a surtirse del material que necesitaba en el famoso Bazar de Fierros que hoy sin duda requiere ser rehabilitado.

Texto: Manuel Pool

Fotos: Cortesía