Por Gabriel Ortíz
Una simple y emotiva frase pronunciada durante una entrevista por Javier “Chicharito” Hernandéz, durante la Copa del Mundo de Rusia , despertó una serie puntos de vista entre quienes gustan y viven el deporte en nuestro país, calando profundamente entre las generaciones que hemos visto fracasar una y otra vez al seleccionado tricolor de futbol en la máxima justa de este deporte. Las repercusiones de esta declaración, el descenlace de la participación mundialista del tricolor, así como la reciente medalla de oro conseguida por la selección mexicana femenil de futbol en Colombia, obligan a repensar el alcance y el significado de la convicción y la acción en el deporte nacional.
Los memes y las redes sociales fueron incisivas al relacionar ambas circunstancias. Lo que me parece preocupante desde un punto de vista mediático, es lo sencillo que resulta simplificar las cosas para dar una respuesta rápida y popular, pero rara vez acertada, justa y propositiva. Debemos celebrar un triunfo merecido, pero no descalificar el hecho de que los deportistas se imaginen cosas chingonas más allá del resultado y se abran ante una cámara. Es claro que no es suficiente desear o imaginar el éxito, como quedó demostrado en Rusia, y que no se trata tampoco de honrar la mediocridad y el conformismo; pero tampoco se debe hacer un crimen del creer que más allá de las adversidades, de la falta de fe en las probabilidades, es posible hacer un buen papel y elevar nuestro nivel para alcanzar el éxito.