El Editorial

Hace un par de días el presidente Andrés Manuel López Obrador demostró una vez más que el “cuatismo” está muy lejos de terminar, y que los puestos públicos son asignados dependiendo de los méritos en campaña y no en si una persona tiene la capacidad de cumplir con el trabajo encomendado.

Esto se ve con el entercamiento del mandatario de querer colocar a José Ángel Carrizales López en algún puesto de su gobierno, pero no en cualquier cargo, sino en uno de alto perfil, ya que López Obrador lo propuso cinco veces para ocupar un cargo en la Comisión Reguladora de Energía, pero el Senado lo rechazó en el mismo número de ocasiones por no contar con la preparación necesaria para el puesto.

Posteriormente, el Presidente volvió a proponerlo para otro puesto, esta vez como consejero independiente del Consejo Administrativo de Pemex, y ahora lo nombra como nuevo titular de la Agencia de Seguridad y Ambiente (Asea).

Es decir, en unos cuantos meses, López Obrador ha hecho hasta lo imposible por darle trabajo a su antiguo director de recursos humanos y de la oficina particular del Presidente en Morena, sin reparar en si hay gente mucho más capacitada para este cargo.

Esto ocurre porque a nadie le interesa impulsar el tan cacareado servicio profesional de carrera, con el cual se podría acabar el amiguismo en la administración pública; pero al paso es evidente que esto no es prioridad para ningún orden de gobierno. Mientras tanto, las campañas políticas seguirán siendo una gran bolsa de trabajo.

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