El oficio del afilador toca fondo: en riesgo de caer en el olvido

El silbido de la armónica, que es el pregón que utiliza este trabajador, cada vez se escucha menos; también cambian la carretilla que tiene el esmeril por la bicicleta o motocicleta

Pedro Abán Castro, un hombre que se ha dedicado por 49 años al oficio del afilador, cuyo padre y abuelo también trabajaron en ello, lamentó que la tradición de esta labor se esté perdiendo con el paso del tiempo, pues, dijo, cada día se ven menos compañeros afiladores entre las calles.

—De nosotros, hay otras familias que también son afiladores y a esto se dedican, normalmente nos encontramos en la colonia Bojórquez, en la colonia Hidalgo; somos normalmente los afiladores que recorreremos en todo Mérida y también vamos a los pueblos vecinos —indicó.

El entrevistado contó que además de su familia “los Abán”, él conoce a otras dos familias que se dedican a la labor de afilador, pero solamente recordó el apellido de una, la familia Navarrete; en este sentido mencionó que muchas veces los afiladores no se conocen de nombre, sino por rostros, pero que hoy en día se ven menos entre ellos.

Abán Castro recordó que para que lo identifiquen sus clientes tiene que utilizar su armónica.

También mencionó que con el paso del tiempo las técnicas de los afiladores han cambiado, antes recorrían la ciudad a pie con una carretilla con la cual y con ayuda de una manivela, giraba rápidamente una piedra con la que afilaba cuchillos, machetes y tijeras, luego empezaron a utilizar bicicletas y ahora usan motocicletas y una máquina de motor la cual sirve  para lijar y sacar filo las cosas.

Mencionó que el día a día de su oficio es salir temprano a recorrer las calles, cuando los clientes no le llaman o cuando uno lo hace, pero con ese trabajo no es suficiente para sacar la comida del día, también dijo si llegara a salir sin el característico silbato de los afiladores entonces sería un día perdido, porque si ello, la gente no se entera que estás pasando por su calle o su casa.

Indicó que pertenece a una dinastía de afiladores, ya que su papá y abuelo también se dedicaron a este trabajo.

Entre las historias que nos contó, recordó la ocasión en que estaba recorriendo la costa del estado y se topó con el comunicador Carlos Loret de Mola, quien le pidió que le afilara algunos artículos y además le dio un extra por su trabajo; debido a esto, consideró que el famoso periodista es una muy buena persona. De igual forma, dijo que cuando inició la pandemia él pensó que le iba ir mal, pero se topó con la sorpresa de que había personas tan buenas entre sus recorridos que lo llamaban y le daban el dinero que debía sacar en un día, para que el señor, quien ya tiene sus años, regresara a casa con su familia y no se arriesgara a enfermarse de covid-19.

Texto y fotos: Diego Cervantes

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.