Por: René Emir Buenfil Viera
La discriminación que se ejerce al pensar, sentir y actuar a partir de la creencia que tu etnia es superior a las demás, por supuesto, no es única de yucatecas y yucatecos, pero tiene ciertas peculiaridades que me llaman la atención. Para empezar, es una superioridad moral, “todo lo malo viene de fuera”, que produce miopía hacia “lo malo” (sea lo que fuera que eso signifique) perpetrado desde adentro, se convierte en un punto ciego que impide resolver las problemáticas sociales, al maximizar los errores fuereños y minimizar los propios, que se traduce en falta de autocrítica comunitaria, inacción ante el mal interno, incluso solaparlo al colocarlo en una categoría diferente, con un trato más benevolente.
Por otro lado, es usual el argumento de “si tanto se quejan de Yucatán, que se regresen a su Estado” como si la migración se pudiera frenar o contener; considero que las personas van a seguir viniendo a vivir aquí, y poco o nada podemos hacer para impedirlo, es más, existen incontables esfuerzos para facilitar que más gente decida mudarse a estas tierras, desde los intereses empresariales, en especial de la industria de la construcción, hasta la exitosa campaña de que somos la ciudad de la paz y el Estado más seguro. Y es que sólo las quejas de quienes no son de aquí nos molestan, nosotros(as) sí nos podemos quejar del calor u otras cosas, pero nos ofende si la persona no es yucateca, como si tuvieran que callarse sus quejas para ser aceptadas.
¿Este etnocentrismo pudiera estar mezclado con cierto malinchismo? ¿No queremos gringos viviendo en el centro de Mérida o canadienses expats en el puerto? Quizá dependa del país de donde venga la persona, igual y si viene de Cuba o Venezuela, la situación cambia, pudiera hasta ser peor. Aunque me parece evidente que quienes más molestan son quienes llamamos waches, si alguien viene de la CDMX y se refiere a Yucatán como provincia, nos hierve la sangre, lo tomamos, sea o no, como una crítica, como si lo describieran como un defecto.
Entiendo el origen histórico de estos actos en los varios momentos en que la República de Yucatán se separa de México, que hemos recibido de nuestros(as) connacionales un trato a través del tiempo, y a la vez comprendo que la diversidad cultural nos enriquece, claro que la convivencia es cada vez más compleja, es incluso en esa complejidad que podemos mantener y acrecentar nuestro sentido de comunidad, así como en su momento le dimos la bienvenida a la comunidad libanesa, por ejemplo, podemos encontrarle beneficios a esta situación y sacarle el mejor partido.
Y si viera al etnocentrismo como una actitud de autodefensa y un instinto de preservación, quizá en nuestro presente y futuro serán necesarias otras maneras más incluyentes de sembrar nuestros valores culturales a quienes vengan acá, ya que en este proceso de aculturación, somos muchos los que hemos adoptado la cultura yucateca como nuestra y con orgullo.