La sociedad actual está sumergida en un laicismo que pretende olvidar a Dios, esto se puede observar en las conductas que están de moda, se pretende llenar el vacío del ser humano con conductas desordenadas, en búsqueda de una mal llamada felicidad, con un materialismo grosero que lleva a un bestial consumismo. La ridiculización
de todo lo sagrado y de la religión está en boga entre los jóvenes, se pueden observar manifestaciones de odio, sarcasmo e ironía en las redes sociales, se toman como bandera las declaraciones de los científicos ateos que pretenden demostrar que las devociones de religión son sinónimos de ignorancia y de antiprogreso. Joseph Ratzinger
(Benedicto XVI) es un pensador y teólogo profundo que nos explica este fenómeno al afirmar lo siguiente: “Europa ha desarrollado una cultura que, en un modo desconocido antes para la humanidad, excluye a Dios de la conciencia pública, ya sea negándolo del todo o juzgando que su existencia no es demostrable, incierta y, por tanto, algo irrelevante para la vida pública”. Según Ratzinger, se da “el intento de construir la comunidad humana absolutamente sin Dios”. “El rechazo de la referencia a Dios no es expresión de una tolerancia que quiere proteger a las religiones no teístas y la dignidad de los ateos y agnósticos, sino más bien expresión de una conciencia que
querría ver a Dios cancelado definitivamente de la vida pública de la humanidad, y arrinconado en el ámbito subjetivo de culturas residuales del pasado”. En lo personal considero que la crítica a la Religión se debe por diferentes motivos, entre los cuales podemos señalar dos; primero la falta de formación religiosa que hace
que se cometan barbaries religiosas, cayendo en supersticiones. Esto no es culpa de la Religión, sino de aquéllos que se escudan en ella para practicar sus creencias personales. Otro motivo es la lucha formal sobre todo aquello que representa el cristianismo, cayendo en la práctica de aquella máxima marxista que sostenía que la Religión es el opio del pueblo. Invito a toda persona que tenga recta intención a profundizar sobre la existencia de Dios
o la Religión; que lo haga en un plan intelectual y científico, y no se limite a ser juez de conductas que en vez de prácticas religiosa son sólo vana religión, como es el caso de los “guadalupanos” que realizan peregrinaciones cada año en honor a la Virgen, y ya no regresan a la Iglesia hasta el siguiente año, sin profundizar o conocer su Fe. Joseph Ratzinger afirma que: “Existe también la patología de la razón totalmente separada de Dios”. “La hemos visto en las ideologías totalitarias que negaban toda relación con Dios e intentaban así construir el hombre nuevo, el mundo nuevo”. Sólo una razón que se mantenga abierta a Dios, una razón que no exilia la moral a la esfera subjetiva y no la reduce a puro cálculo, puede evitar la manipulación de la noción de Dios y las enfermedades de la
religión y puede ofrecer alguna terapia. Como creyentes debemos afrontar un gran desafío. Nuestra tarea consiste en llevar a la razón a funcionar integralmente, no sólo en el campo de la técnica y del desarrollo material del mundo, sino también y, antes que nada, en cuanto facultad de verdad, promoviendo su capacidad de reconocer el bien, que es
condición del derecho y, por ello, presupuesto de la paz en el mundo. Ratzinger afirma: “Es tarea específica nuestra, de cristianos del tiempo presente, la de integrar la noción de Dios en la lucha por la defensa de la persona humana”. Para decirlo en términos actuales, ha fundamentado la laicidad del Estado en el que los cristianos conviven, en libertad, con los exponentes de otras convicciones. Una convivencia fundadapor otra parte en la común
responsabilidad moral, propia de la naturaleza humana y de la naturaleza de la justicia. La fe cristiana distingue entre esta forma secular y el Reino de Dios, que como realidad política no existe y no puede existir en esta tierra, pero que vive en la fe,en la esperanza y en la caridad y debe transformar el mundo desde dentro.
Kurt Hübner, profesor de Filosofía en la Universidad de Kiel, dice: “Sólo podremos evitar el conflicto con las culturas que hoy nos son hostiles si logramos desmentir el vehemente reproche de haber olvidado a Dios, volviendo
a ser plenamente conscientes del arraigo profundo de nuestra cultura en el cristianismo”. “Ciertamente esto no bastará para cancelar el resentimiento producido por la superioridad occidental que, en muchos campos, caracteriza la vida de nuestro tiempo, pero podrá contribuir, en medida significativa, a apagar el fuego religioso que, como se puede observar, se alimenta naturalmente”. Ratzinger concluye afirmando que “si no somos fieles a la memoria del Dios de la Biblia, del Dios que se ha hecho cercano en Jesucristo, no encontraremos el camino de la paz”.
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