Gratos recuerdos de los circos de antaño

La llegada de los circos a la Mérida de antaño era algo que los chiquillos y el público en general esperaban con ansias. En la década de los 60, las carpas se instalaban en la parte posterior de la Casa del Pueblo, y en la Quinta Iturralde, que de manera popular tomó este nombre porque fue la casa en la que vivió el gobernador José María Iturralde.

-Me trae muy gratos recuerdos ese lugar. Conocí a su dueño, era el chino Ayora, tenía en el centro la farmacia El Gallito, la que estaba en la Plaza Grande–rememoró don Gilberto Manzanilla Barredo, quien en aquellos tiempos fungió como representante de los Circos Atayde, Unión, el Circo Chino de Pekín y el Circo de Franco Berossini, entre otros.

-También fui payaso, me llamaba Bellini II, porque el primero era don Aurelio Atayde García, que se volvió famoso por sus clásicas entradas al escenario, acompañado de personajes de trapo y cartón, gallinas, pelotón y canarios. Con él tuve el gusto de trabajar. Era muy buena persona, por eso a manera de homenaje decidí ponerme el mote– recordó don Gilberto, quien nació en Valladolid en 1937, y después de viajar por toda la República y el extranjero, en el Circo Rex de Venezuela, regresó a su estado natal hace apenas tres años.

A sus 81 años, cumple 82 el próximo sábado 23 de febrero, continúa haciendo reír a chicos y grandes, ahora con su inseparable “Chenchito”, un muñeco de ventrílocuo, con el que lleva ya cinco años, subiendo a los autobuses para ganarse una moneda.

-Me gusta ver reír a la gente, esto no es un trabajo para mí, porque lo disfruto–dijo a Punto Medio.

Comentó que en su juventud fue amigo de Paco Miller, quien fue el esposo de Imelda Miller.

-Él tenía un muñeco muy famoso que se llamaba don Roque que decía: “Le rajo la cara a cualquiera”. Era mi amigo, de él aprendí mucho, también de mi padre que era ventrílocuo. Llevo más de 40 años manejando muñecos; el primero que tuve se llamaba Pascual– indicó el entrevistado.

Explicó que en su recorrido por los circos aprendió a fabricar los muñecos, que primeramente hacía de cartón y luego de fibra de vidrio.

-A Chenchito no lo fabriqué yo, me lo trajeron de Estados Unidos, en ese entonces vivía en Chihuahua, por eso siempre que lo presento digo que viene de allá, nos ponemos a platicar en los camiones, hacemos chistes para la gente, eso sin ofender a nadie ni decir groserías– manifestó el entrevistado, quien en su momento trabajó en los circos personificado como el doble del Chavo del Ocho y también como mago.

-Eso fue en el circo de Mario Preciado, actuamos en la plaza de toros de Tijuana, eran tiempos muy bonitos, que se acabaron cuando se prohibió presentar números con animales. Los quitaron y se acabó la alegría de la gente, de los niños que iban a verlos, aunque no trabajaran. Se acostumbraba tener un zoológico en el circo, era una gran atracción– expresó.

En las páginas de los periódicos que circulaban en Mérida en el año 1963, aparecía la publicidad del famoso Circo Unión que, fundado en 1938, celebraba en Mérida su aniversario número 25 y ofrecía dos funciones: una a las seis de la tarde y otra a las nueve. Los boletos costaban tres y cinco pesos para niños y adultos, respectivamente, en las gradas; 10 pesos en luneta general y 15 pesos en asiento de palco.

Además de los equilibristas y los domadores de leones, lo que más esperaban los chiquillos era la llegada de los payasos, entre los que no faltaban los enanitos, que con sus ocurrencias arrancaban las risas del público que disfrutaba de la música que tocaba la orquesta en vivo.

En aquel famoso Circo Unión, que traía un zoológico con cinco elefantes, 10 leones, además de camellos, osos y chimpancés, se presentaba “Renato, el rey de los Payasos”, que hasta hoy es muy recordado por los niños de aquellos años.

Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Saraí Suárez / Cortesía

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