La amistad real…

Durante veinticinco días el niño estuvo allí. Una noche soñó que el Brujo le aconsejaba permanecer durante todo ese tiempo allí. Al lado de aquella puerta azul que tanto recordaba a las ganaderías portuguesas. La orden era clara y concisa: desde que salía el sol hasta que se ponía el muchacho tenía que estar allí.

Corría el mes de mayo, el sol salía muy temprano y se ponía muy tarde… El pequeño se sentaba en una silla, comía manzanas y ciruelas, cantaba letras flamencas, leía cómics y novelas de fantasía, bebía mucha agua con limn, platicaba con todos los que pasaban a su vera, veía cómo crecían flores nuevas, dibujaba en el suelo…

La primera mañana se llevó un balón blanco y otro amarillo…

El Brujo también había ordenado que los balones cobraran vida durante esas horas, pero eso era un secreto y solo el chiquillo lo sabía. El amarillo se escondiò tras un árbol, descendió la cuesta…y regresó al rematarse la tarde. Con el blanco el crío conversó en voz baja, jugó, y se entretuvo…
Pasó la primera semana. El balón blanco estaba resultando ser un divertido compañero para el muchacho. Le relataba historias de cuando era joven y el gran Raúl entrenaba con él. Se inventaban cuentos… El amarillo nunca estaba allí. Llegaba temprano y pronto encontraba momento para escaparse. Hacía calor, mucho calor…

Mucho calor…tiempo lento…
Pasaron los veinticinco días. La puerta azul se abrió. Y se cerró. El niño arrojó el balón amarillo a la papelera y se fue calle abajo con el blanco, en la plaza pequeños jugaban al toro y quería jugar él también. Un anciano le preguntó qué había tras la puerta azul. “Sabiduría. Algo que me hizo entender que el que no está en el mal momento no vale para estar en el bueno.”

Dedicado a mis amigas y amigos, hoy por faltar una semana para mi llegada a mi México a Vanessa, Jerónimo, Patricia, Grethel, Joaquín, Mary, José Luis, Alberto… Todos y tantos…

Dedicado a Luis Carrasco

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.