LA BARCA DE CARONTE

La economía de lo absurdo

Por Miguel II Hernández Madero

A partir del primero de enero habrá nuevos salarios mínimos generales y eso alegrará a muchos, movidos por la euforia de las fiestas decembrinas y el optimismo propio de quienes ven con esperanza el nuevo año, pero en resumidas cuentas será un desastre e iniciará una pesada cuesta de enero enmarcada por el enojo y la frustración.

Sin ser ave de las tempestades, es conveniente reflexionar sobre el tema y darse cuenta de cómo a los mexicanos nos ven la cara de tontos cada año, con incrementos al salario que en realidad no solucionan nada y sí en cambio hacen perder el poder adquisitivo.

¿Qué significa esto? Es simple: cada vez se puede comprar menos con lo que se tiene en la bolsa, sin importar que te hayan aumentado el sueldo. Pocos tienen la dicha de surtir la despensa familiar con los todos los productos de la canasta básica.

Es una economía de lo absurdo, en un país de lo absurdo, con políticos de lo absurdo y programas absurdos.

A ver, paso a paso. El incremento salarial no viene solo. Lo acompañan o esperan, incrementos a las tarifas de energía eléctrica, al precio de la gasolina, ajustes en los precios de los productos básicos, alimentos, ropa, transporte, impuestos, etc. Entonces, ¿sirvió de algo el incremento a los minisalarios? ¿Sirve de algo hacer esa farsa cada año?

Eso lo saben bien los líderes sindicales y las autoridades del sector laboral, todos afectos a la charrería, y a quienes le resulta más fácil hablar del salario mínimo ideal que debería llegar a 200 ó 300 pesos diarios, pero nadie dice que lo ideal sería contener los precios, evitar el incremento de los impuestos o bajar la gasolina. De esa manera los pocos pesos que se ganen de más servirían en realidad de algo.

Admito que no soy economista, soy un simple ciudadano que lee y analiza, por eso me atrevo a decir que no es descabellado evitar las escaladas de precios para “compensar” el incremento en las nóminas. Al contrario, serviría para reactivar la actividad comercial y de servicios.

Imagínense que con mayores percepciones los trabajadores tienen dinero para comprar más cosas, o sea, en términos de economistas hay más circulante. Con ese panorama más productos serían adquiridos, lo cual llevaría al incremento de la actividad económica y no habrían tantos reportes de “desplome de ventas”, “baja ocupación” y tantas declaraciones alarmistas que vemos y que llevan luego a recortes laborales, con aumento de desempleo, menos circulante y menor actividad comercial.

Pero esto no depende de un sólo sector. Los empresarios, grandes, medianos y pequeños, no pueden ir en solitario. Depende también de la administración pública y su política fiscal que tanto ha estado dañando al ciudadano en lo que va del sexenio. ¿Recuerdan el aumento del 16 por ciento en los impuestos al transporte foráneo? Afectó a quienes deben desplazarse a otras comunidades para trabajar y ganar el sustento familiar.

De nuevo el anuncio de los salarios mínimos llega en una temporada de fiesta, cuando hay una sensación de opulencia aparente, pues los trabajadores reciben los aguinaldos y quienes trabajan por su cuenta tienen más ingresos: más gente compra porque hay dinero.

Definitivamente no es un buen panorama. Estamos habituados a la “cuesta de enero”, pero cada vez ésta se prolonga más y más, hasta llegar al siguiente año y es cada vez peor a menos, claro, que se viva del erario.

En fin, seguiremos inmersos en la economía de lo absurdo, en un país donde no pasa nada.

Hasta la próxima…

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