La comentocracia

Por Carlos Hornelas

En los próximos días veremos una redefinición de las fuerzas antagonistas en la arena de la comunicación social. El proyecto del relanzamiento de los medios públicos coincide con la intención del gobierno federal por terminar con el régimen de condonación de pago de impuestos de grandes corporaciones nacionales e internacionales, entre las que se pueden contar a muchos medios de comunicación.

Por un lado, el gobierno federal dice haber dejado en el pasado la contratación de publicidad oficial en los medios privados, lo cual le ha valido una senda de críticas y críticos. Con este nuevo golpe en la mesa, si ya tenía algunos detractores, seguramente se multiplicarán, porque es de esperarse que utilicen los medios que poseen como acicate para fustigar al ejecutivo y hacer valer su condición de cuarto poder.

La llamada comentocracia ha ocupado los espacios de análisis, debate y opinión de medios privados, como si se tratase de una vuelta en carrusel. Por ejemplo, López Dóriga tiene su columna en el diario Milenio, su programa radiofónico en Grupo Fórmula, desde donde también sale al aire a través de internet. María Amparo Casar escribe en Excélsior, tiene una sección en el noticiero de Pepe Cárdenas en Grupo Fórmula y otra, con el mismo comentarista en el noticiero nocturno de Uno tv. Denisse Dresser suele aparecer publicada en Reforma, Proceso, El Siglo de Torreón y El Mañana y tiene una mesa de análisis para Aristegui Online. Y como estos, podríamos mencionar otros tantos ejemplos de transversalidad en los medios, pero no tenemos tanto espacio.

Este itinerario de los mismos personajes ha acaparado los reflectores y en la mayor parte de las ocasiones ofrecen versiones complementarias a un determinado punto de vista, regularmente el de sus empleadores, haciendo eco de los intereses y agenda que buscan posicionar. Y no está mal. Es lo que tenemos. En una democracia tratamos de escuchar la mayor cantidad de voces para generar nuestra opinión. Es mejor una variedad, que la versión única, intransigente, de un dictador.

No obstante, la comentocracia no había tenido hasta ahora un contrapeso real en los medios públicos. Con algunas excepciones como en su momento Mayté Noriega, Pascal Beltrán del Río, que por cierto ya aparece en ForoTv, o Javier Solórzano, que otorgan una especial credibilidad a estos espacios. Y en programas de opinión, en canal Once, una mención especial a Espiral.

No ha sido sino hasta la llegada de Sanjuana Martínez a Notimex; de Jenaro Villamil al Sistema Público de Radio y Televisión; de Armando Casas al canal 22, de Gabriel Sosa Plata a Radio Educación, que los medios privados han girado a prestarles atención y advertir una tendencia a favor del gobierno en turno, como si los medios públicos nunca hubieran tenido ese papel de medios oficiales, reproduciendo la propaganda dictada desde las oficinas de los gobernadores.

De repente en la comentocracia hay quienes se arrogan la defensa de Brozo ante las huestes de las redes sociales, en favor de la libertad de expresión, quienes tunden con todo al Once y al 22 por estrenar “John y Sabina” o “Me canso Ganso”. Parece que al fin los medios públicos son difíciles de ignorar para los privados y que unos y otros pueden caer en la polarización de sus televidentes. Ojalá compitan por la audiencia en términos de calidad y no de servilismo con el poder.

 

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