Salvador Castell-González
En una de esas coincidencias de la vida en México se dio un fenómeno muy interesante donde todos estuvimos atentos y con puente extendido. En esta ocasión por causas astronómicas y democráticas, mantuvimos nuestras miradas fijas ante el televisor, computador y hacia el cielo. Por un lado, para presenciar el primer debate presidencial y al otro día para observar el espectacular eclipse solar que cruzó nuestro país, creando un momento de unidad nacional y reflexión cívica.
Mientras los candidatos presentaban sus visiones para el futuro del país, el eclipse servía como un recordatorio de que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos el mismo sol y la misma luna. La expectativa de una audiencia de 40 millones de personas durante la transmisión del eclipse refleja la magnitud de este evento.
Pero, es mi obligación tocar algunos puntos que siento fueron omitidos en este proceso democrático. Por un lado, en los últimos años, México ha enfrentado desafíos significativos en su sistema educativo, reflejados en un decrecimiento en la calidad de la educación. A pesar de los esfuerzos por mejorar los indicadores educativos y alinearse con los objetivos globales como la Agenda 2030, los resultados han sido ambiguos.
En mi caso particular, me llama la atención que aunque los programas para la primera infancia fueron el centro de atención y una mención a las competencias para el trabajo, el concepto de educación de calidad no fue nombrado, la educación para la sustentabilidad prácticamente ausente, y tristemente la cultura de paz y el enfoque global de la reeducación en valores para la nueva ciudadanía global en completa ausencia.
Este panorama es preocupante, ya que la educación de calidad es fundamental para el desarrollo sostenible de cualquier nación. La calidad educativa no sólo implica la transmisión de conocimientos, sino también la formación de ciudadanos críticos, creativos y comprometidos con su entorno.
La educación es el motor que impulsa el progreso, y México debe reforzar su compromiso con la mejora continua de su sistema educativo para garantizar un futuro próspero y equitativo para las próximas generaciones
Otra ausencia importante que al menos yo me hubiera gustado oírlo es que al hablar de la no violencia y no discriminación.
La no violencia y la no discriminación son principios fundamentales que deben guiar nuestras acciones y políticas. El respeto a la diversidad y la inclusión son esenciales para construir una sociedad más justa y equitativa. En México, el derecho a la igualdad y no discriminación está consagrado en la Constitución, y es deber del Estado garantizarlo.
Me hubiera gustado escuchar propuestas preventivas y no una batería de propuestas correctivas, la cultura de paz como eje central y la educación como la herramienta que impulse este cambio.
No todo es lengua de señas o el lenguaje inclusivo, la atención a la universalidad y la diversidad debe enriquecernos y fortalecernos como nación.