La frontera de lo posible

Por Eduardo Ancona

El sábado pasado ocurrió un hecho que según las personas y medios enterados pasará a los anales de la historia del deporte: un hombre de 34 años salió de Kenya, una país de esos que soberbiamente llamábamos del tercer mundo, y llegó a Vienna para correr un maratón más rápido que nadie. Eliod Kipchoghe lo hizo en menos de dos horas, una hazaña sin precedentes.

Sobra aclarar que no tengo el más mínimo conocimiento de este deporte, sin embargo, el acontecimiento va mucho más allá. La parte más interesante tiene que ver con los límites de lo posible. Cada vez que en una disciplina como el atletismo, la natación o el salto de distancia se rompe un récord mundial lo que ocurre es que uno sólo de todos nosotros consigue llevar a la especie un paso más lejos: ser más rápido, brincar más alto o nadar más rápido que ningún otro. Nos muestra que la tensa liga de nuestras capacidades aún puede estirarse un poco más.

Y estos logros conducen a un pregunta fascinante. ¿Cual es el límite? No dudo que un vehículo motorizado pueda llegar algún día a viajar a la velocidad de la luz. La velocidad del sonido ya ha sido alcanzada. Sin embargo para los seres humanos, por más ayuda tecnológica con la que se cuente, tiene que existir un límite físico. Pensemos, por ejemplo, en los 100 metros planos. Un rápido googleo me reveló que el récord mundial es de 9.58 segundos. Un homo sapiens con cualidades excepcionales logró recorrer esta distancia en menos tiempo del que te tomó leer este párrafo.

Para efectos de la discusión vamos a establecer una cantidad arbitraria. Digamos 1.5 segundos. Tomemos por hecho que es fisicamente imposible para un hombre recorrer 100 metros en menos de 1.5 segundos. Sin embargo, todo apunta a que sí es posible que lo haga en menos de 9.58 segundos y que el récord seguramente se romperá en algún momento no muy lejano del futuro. La parte más interesante es la que sigue: suponiendo que existe un límite, es decir, una cantidad de tiempo mínima en la que se pueda recorrer esa distancia, ¿cual es ese límite? Y más interesante aún, ¿que tanto nos podemos acercar a él?

En 1960 el récord mundial era de 10.6 segundos. 59 años después este ha descendido 1.02 segundos, más de un 10%. ¿En 60 años alguien se acerará a los 8 segundos? ¿Y en 120 a los 7? La pregunta, la fascinante pregunta, sigue en el aire ¿cual es el límite? Esperemos vivir, no como especie sino como individuos, no para alcanzarlo, pero sí para verlo muy de cerca.

 

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