La gota que derramó el vaso

Por Santiago Pell

El tenista número uno del mundo, Novak Djokovic, fue descalificado del US Open por el ya muy sonado pelotazo que mandó directo a la garganta de una juez de línea. ¿Fue adrede? Por supuesto que no; sin embargo, las reglas son para seguirse al pie de la letra y el mejor jugador del planeta no será la excepción a ellas; además, considero notoria la actitud de rabia que tenía el de Belgrado por no demostrar su mejor juego ante Carreño Busta (27). Aunque no haya sido de manera intencional, lo que se castiga es la actitud y, al fin y al cabo, el resultado de la acción. ¿Qué hubiese pasado si la bola no daba con ninguna persona? Quizá no hubiera sido tan grave la sanción, pero eso ya no importa.

Tenía que pasar algo así, un incidente bárbaro era de esperarse, pues desde el pasado M. 1000 de Cincinnati, a Nole se le veía fuera de ritmo (en comparación del que nos tiene acostumbrados, claro está), y especialmente con pésima actitud, totalmente negativa y sin control alguno. Pocas veces se la ha visto hacer rabietas, no es su estilo, de hecho, lo que usualmente hace es que, en vez de gritar, azotar la raqueta o algo parecido, Novak ríe sarcástico y mira hacia el cielo pensando: “madre mía, no lo puedo creer”.

Es por eso mismo que percibí desde el certamen anterior un cambio de reacciones al molestarse. Tal vez sea porque se la ha juntado todo, desde su polémica exhibición de tenis en el Adria Tour – la cual causó muchos contagios covid-19 incluyéndolo a él y a otros jugadores –, sus discusiones en redes sociales, hasta su separación de la ATP buscando crear una nueva asociación de tenistas que lo ha distanciado de Nadal y Federer. Por voluntad propia ha ido trazando un camino que no sé si sea el mejor, pero mínimo hasta ahorita, no le ha resultado. Dicho percance no fue más que la acumulación de muchísimos sucesos que le han venido perjudicando a lo largo de los últimos meses, es el resultado del – probablemente – peor verano de su carrera. Ese pelotazo fue la suma de todo, la gota que derramó el vaso.

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