Gustavo Rodríguez Vega, arzobispo de Yucatán, recalca que, saberse amado por Dios y vivir amándolo, es el motivo para una verdadera felicidad
El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, señaló que, desde hace diez años, el 20 de marzo fue declarado por la ONU como Día Internacional de la Felicidad, con el objetivo de reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos. La verdadera causa, la infalible razón para ser felices, es conocer el amor.
Asimismo, mañana 22 se celebrará el Día Internacional del Agua. Esta conmemoración podemos verla desde la fe como la gratitud a Dios por contar con este vital líquido.
“En nuestra tierra, Yucatán, los expertos han ratificado la alerta que en septiembre del 2019 lanzamos desde la Iglesia, advirtiendo que el 90% del agua en nuestro suelo tiene algún grado de contaminación. Seamos responsables en el uso de este regalo del Señor para nuestra subsistencia”, dijo.
De igual manera, también podemos ver nuestra responsabilidad en el uso del agua. En Monterrey, por ejemplo, el servicio de agua está siendo racionado, porque las presas que surten a la ciudad están sumamente disminuidas.
Además, exhortó a orar por la paz en Ucrania, en México y en el mundo entero. El próximo viernes 25 de marzo, en la solemnidad de la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo, el Papa Francisco va a consagrar a Rusia y a Ucrania al Inmaculado Corazón de María. Lo hará a las 5:00 de la tarde, hora de Roma; 10:00 de la mañana tiempo de México, por lo que monseñor invitó a ser parte de esta consagración.
Señaló que el amor humano, así como nos puede ofrecer muchos momentos de felicidad, también nos puede causar grandes decepciones y sufrimientos. En cambio, sabernos amados por Dios, vivir amándolo a Él y a nuestro prójimo, es el mejor motivo para una verdadera felicidad, que no necesita ni de la salud, ni del dinero ni de nada en particular. Creer en Dios, esperar lo que Él nos ofrece y vivir nuestra vocación de amar, nos hace felices y nos lleva a la felicidad eterna, recalcó.

“Veamos con la mirada de Dios, para alcanzar la felicidad plena. La primera lectura de hoy nos presenta el llamado que Dios le hace a Moisés para enviarlo a sacar a su pueblo de Israel de la esclavitud en la que vive en Egipto. Él, sin importarle que era protegido por la hija del faraón, se interesa por sus hermanos hebreos e interviene salvando a un hebreo de ser maltratado por un egipcio al que mata, teniendo luego que huir para que no lo alcanzara la justicia del faraón. No era el momento ni la forma que Dios quería para salvar a Israel”, indicó.
Luego, cuando Moisés estaba ya muy tranquilo en la tierra de Madián y hasta se había casado, es cuando Dios se le manifiesta enviándolo a una misión muy difícil de cumplir, en la que necesita ante todo abandonarse en las manos del Señor confiando en Él.
“A todos nos puede pasar que, teniendo la mejor intención de hacer algo bueno, parece que todo nos sale mal y que ya no hay nada qué hacer. Como muchos dicen ahora: ‘los tiempos de Dios son perfectos’; el hombre de fe ha de estar abierto al tiempo de Dios, estando dispuesto al tiempo y modo que el Señor le sugiere”, indicó.
Dijo que el evangelio de hoy, según San Lucas, ayuda a entender que nadie se muere porque sea malo o bueno, sino porque la muerte es una realidad ineludible del ser humano. Sea por guerra, sea por violencia, sea por accidente o por enfermedad, todos tenemos que morir tarde o temprano. Jesús nos invita en este pasaje a arrepentirnos cada día, porque no sabemos si será el último.
“Jesús pone el ejemplo de la higuera que no ha dado higos, así como del amo del viñedo donde se encontraba la higuera que ordenó cortarla para que no ocupe la tierra inútilmente. Pero el viñador solicitó dejarla otro año diciéndole: Voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”. (Lc 13, 8-9).
Texto y foto: Darwin Ail / Cortesía