La izquierda y el 68

Por Eduardo Ancona

Gran parte de lo que queda del movimiento estudiantil de 1968 es el deseo de políticos y movimientos sociales de apropiarse de la herencia de los estudiantes que combatieron al sistema y fueron reprimidos por él. Sin embargo esto no es poco. La herencia del movimiento sobre la política mexicana ha sido sumamente heterogénea. En el PRI ha caído esencialmente la responsabilidad, la factura pesada. En el PAN el señalamiento desde la oposición, la mejor parte. Y en la izquierda (i.e. todas sus facetas desde la elección de 1988), el intento de apropiarse de la herencia. Como en todas las familias, tras la muerte del padre nunca falta el hijo avorazado que quiere quedarse con todo porque, ahora resulta, yo siempre fui muy cercano a papá.

Sin embargo el paso de la herencia del movimiento del 68 hacia la izquierda mexicana del siglo XX y XXI es muy difícil. Pensar que el del 68 era un movimiento esencialmente de izquierda me parece un error por dos razones. Uno, ante varios estándares los gobiernos de Díaz Ordaz y, en particular, de Echeverría a los que se opuso el movimiento y sus hijos inmediatos pueden considerarse de izquierda. La molestia social, el clamor de libertad parecía no responder a consideraciones ideológicas, sino más bien al hartazgo de un sector de la sociedad. Y dos, y más importante, el contexto internacional del movimiento del 68 era también en gran medida opuesto al autoritarismo de izquierda. Basta recordar la primavera de Praga que fue aplastada por el ejercito de la URSS en oposición al comunismo en Checoslovaquia. Por tanto, si el movimiento no era fundamentalmente izquierdista, lo que sea que quede de la izquierda en el siglo XXI no puede pretender apropiárselo. O no puede esperar una apropiación natural.

En la realidad, la realpolitik, la herencia que Tlatelolco le dejó a la izquierda convertida en gobierno es una bolsa de dificultades. Es en parte el fantasma de Tlatelolco y las enormes repercusiones que trajo para el régimen, así como la desconfianza en las policías y su capacidad, lo que evita despliegues necesarios de la fuerza pública en labores — ojo aquí— de contención ante los anarquistas en la Ciudad de México, los normalistas que día y noche usan camiones robados como medio de transporte o los maestros de la CNTE que en sus eternos combates políticos y no educativos violan la ley y los derechos de los ciudadanos. El terror de cargar con la factura política de otro Tletelolco, y no la elemental sensibilidad de tratar a todos los seres humanos como lo que son, humanos, es lo que congela a autoridades y las conduce a absurdos extremos como el cinturón de paz que, felizmente, fracasó en su intento de contener a los anarquistas que fracasaron también en su intención de reventar la marcha del movimiento que, para sorpresa de cualquiera que haya marchado hace 51 años, goza de cabal salud. O, al menos, relevancia.

 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.