La menta: frescor y salud

La menta, también llamada menta piperita y yerba de zapo, es una hierba comestible propia de las regiones mediterráneas –como Italia o la Provenza francesa– y de Asia central, aunque el principal productor mundial sea Estados Unidos. Suele cultivarse en huertos y jardines, pero también es posible encontrarla creciendo de forma espontánea en zonas con elevada humedad.

El origen de esta planta está estrechamente ligado a la tradición europea, de hecho, hay constancia de que las civilizaciones griega y romana la utilizaban para sus baños con el objetivo de aromatizar y fortalecer el cuerpo. Además solían añadirlas a sus platos para aromatizar y dar sabor e incluso se utilizaban en ritos religiosos.

La planta de la menta suele medir unos 70 centímetros de altura y no requiere grandes cuidados, por lo que es muy típica en los hogares. La menta alcanza su apogeo en verano, el momento perfecto para recoger sus hojas con las que preparar una deliciosa limonada o un refrescante mojito. A día de hoy es muy utilizado en la elaboración de pastas de dientes, enjuagues bucales, chicles o caramelos, ya que proporcionan un aliento fresco.

La menta piperita está compuesta, entre otros, por ácido ascórbico –también conocido como vitamina C–, acético y benzoico. Además de dichos ácidos, en su composición también destacan vitaminas del grupo B (B1, B2 y B3) –fundamentales para el proceso metabólico– y minerales como el calcio, fósforo, hierro o el magnesio.

Asimismo, en sus hojas, encontramos una cantidad moderada de fibra, necesaria para llevar una dieta saludable y betacaroteno –componente antioxidante y fundamental para la producción de vitamina A. El consumo de menta también puede ayudarte a luchar contra el envejecimiento, pues contiene flavonoides, unos antioxidantes que reducen la acción de los radicales libres.

Aunque todos conocemos la menta principalmente por ser uso en la cocina como ingrediente en diversos platos, y por forma parte de la composición de algunos productos para la higiene bucal, esta planta no nos aporta solo su frescor, además ofrece múltiples beneficios para nuestra salud.

La rica composición de la menta hace de ella una planta con importantes propiedades saludables para nuestro organismo, sobre todo para el aparato respiratorio y el digestivo. De hecho, tan sólo su aroma posee la cualidad de refrescar las vías respiratorias y, al mismo tiempo, de estimular el apetito.

Respecto al aparato respiratorio, en los procesos gripales y otras enfermedades asociadas a las vías respiratorias es bueno tomar menta debido a que:

-El ácido ascórbico facilita en gran medida la expulsión de la mucosidad.

-El mentol presente en su composición es un potente descongestionante para las vías respiratorias, al mismo tiempo que regula la temperatura corporal –si el enfermo presentara fiebre– debido a su capacidad para incrementar la sudoración.

-En casos de asma o de otras enfermedades que llevan asociadas episodios de tos, el tinol –compuesto orgánico presente en la menta– funciona como un eficaz antitusivo natural.

Por lo que al aparato digestivo respecta, la menta reduce la irritación intestinal –propia de enfermedades como la diarrea, colitis o la enfermedad de Crohn– y los gases, al mismo tiempo que favorece el proceso digestivo al mejorar, entre otros, el funcionamiento del hígado. También reduce y evita los vómitos y los cólicos abdominales.

Además de todas estas propiedades, la menta también tiene otro tipo de aplicaciones. Por ejemplo, masticar menta ayuda a reducir los efectos asociados al ‘mal de altura’ –dificultad que presenta el organismo para adaptarse a la falta de oxígeno asociada a la altitud–, ya que mejora y facilita la circulación sanguínea.

Debido a su fuerte olor y sabor, se emplea en casos de halitosis, sequedad bucal y para reducir la incidencia de caries y gingivitis, al igual que otras plantas como el eucalipto, la manzanilla y la equinácea.

La menta también puede utilizarse de forma tópica. Por ejemplo, diluyendo aceite esencial en agua, y aplicando sobre la zona en cuestión una compresa empapada de esta solución (a modo de cataplasma); así podemos reducir, entre otros, los dolores de cabeza, de espalda, cervicales o musculares y tratar afecciones dérmicas como heridas, eccemas, picaduras de insectos, infecciones vaginales o hemorroides.

La menta nunca se administrará a personas que padezcan cálculos biliares o renales, hernia de hiato o que tomen medicamentos que sean sintetizados a través del hígado.

También está desaconsejado el uso de la menta en el caso de mujeres embarazadas y madres lactantes, ya que, en el primer caso, puede afectar al feto o incluso provocar el aborto y, en el segundo, tiene graves consecuencias sobre los niños de corta edad ya que reduce el ritmo cardíaco y afecta a la respiración, de ahí que no deba aplicarse a los niños ungüentos con mentol.– Agencias

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