La palabra…

Iban a dar las nueve de la noche. Los artistas estaban ya cansados. La última función les había agotado! El público había sido muy exigente… uno de los asistentes no sonreía, no empatizaba, permanecía todo el rato con el ceño fruncido. Y una de las mujeres lo único que hacía era twittear y no prestar atención al evento.

Había tenido algo de todo el espectáculo: canto, magia, recital de poesía taurina, danza folclórica…

El grupo cada vez que remataba una actuación pasaba un libro de firmas para que cada espectador apuntara alguna cosa, lo que se le ocurriera. Después el libro lo guardaba el mago. Aquella noche el libro no se cerraba… Era muy raro! Todos habían escrito… Y las hojas no plegaban. Permanecía abierto. Era imposible cerrarlo.

Nadie comprendía nada!
Los asistentes hablaban en voz alta, también sin entender nada. El del ceño había hablado de él y de lo bien que él sabía cantar también, otro joven había contado que conocía a un mago y que era amigo íntimo de no se sabía quién… otra había garabateado una sarta de cosas ininteligibles… Y el libro no se cerraba! Permanecía abierto!

Entonces llegó un niño…

Tomó el enorme libro entre sus manos y con un bolígrafo de tinta verde escribió “gracias” Entonces el libro se cerró.

Y el mago explicó que había recibido una cantidad tan grande de párrafos sin ninguna palabra bella y sincera que le había resultado imposible cerrarse. Al fin aquel chiquillo lo había logrado. Gracias, qué hermosa palabra!

Dedicado a Luisito
Y a toda mi gente

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