La pluma es más poderosa

Carlos Hornelas 
carlos.hornelas@gmail.com

El pasado 14 de mayo, un supremacista blanco de 18 años acribilló a tiros a diez personas afrodescendientes al interior de un supermercado de la ciudad de Búfalo, en el estado de Nueva York. La masacre fue transmitida en directo a través de la red social Twitch.

Al investigar sobre sus motivaciones, la policía ha dado a conocer que el tirador habría colgado en internet un manifiesto relacionado con lo que se conoce como “la teoría del reemplazo” o de la “gran sustitución”.

La llamada “teoría del reemplazo” habla acerca de una conspiración llevada a cabo por alguna élite que permanece operando en las sombras y que busca la erradicación de la raza blanca en un mediano plazo. De acuerdo con esta ideología, más que teoría, los miembros de dicha élite promueven políticas públicas encaminadas a la reproducción interracial a fin de que la pureza de dicha raza que totalmente diluida en la descendencia.

De acuerdo con sus partidarios, aquellos sectores que se caracterizaban por tener solamente población blanca han sido deliberadamente forzados a tolerar la convivencia con distintos grupos raciales que finalmente terminan por desplazarlos en el trabajo, en la educación, en la cultura o hasta en las zonas residenciales donde habitan.

Con la llegada del internet y las redes sociales se eliminan intermediarios que podrían interponerse para la publicación de dichas ideas por considerarlas poco informadas, tendenciosas o polarizadoras. Su difusión ha encontrado terreno fértil en el mismo campo en el que se cosechan las llamadas fake news, las actitudes anticientíficas, la antipolítica, las teorías conspiracionistas y aquello que la presidencia de Trump terminó por definir: la posverdad.

Además de noticias falsas, la red ha dado refugio a lo falsario: los bots anónimos, los troles, los bullys, y se encuentran perfiles falsos en Facebook, en Tinder, en Instagram. Los rumores y las cámaras de eco son cosa de todos los días. La gente vive y lee a través de su filtro burbuja y cada vez acepta menos aquello que ponga en contradiga sus creencias. Es más fácil aceptar una conjetura retórica que una verdad basada en hechos.

Ante este estado de cosas, quienes divulgan estas ideas han encontrado en estas formas de comunicación el instrumento ideal para sus fines. El ariete más socorrido de todos estos grupos no es la veracidad de la información, la autoridad de sus fuentes o la posibilidad de desvelar las grietas de la argumentación de sus posiciones sino la constante explotación de la sospecha y la desconfianza.

A través de la desconfianza socavan el crédito de los medios tradicionales de comunicación, de los políticos de formación, de los expertos especialistas y hablan de que no puede existir una verdad concluyente acerca de nada.

Minan la credibilidad de los medios a quienes les reprochan censura o dejar aparte los temas que les importan. A los políticos les tunden por no atender las necesidades por encima de cualesquiera mecanismos institucionales que existen para ello y reducen su capacidad de entender la problemática social a un tema de voluntad política para el cambio. A los expertos les reprochan que su conocimiento está en un lenguaje que solo ellos pueden entender y del cual se benefician en detrimento de los sectores populares. El caso de los antivacunas y quienes niegan el cambio climático es un buen ejemplo de lo anterior.

Lejos estamos de la llamada “sociedad de la información”. Como decía Edward Bulwer-Lytton, “la pluma es más poderosa que la espada”.