Las navidades de antaño en Mérida, momentos inolvidables en familia

Hace muchos años, la ilusión de los niños era el armado del nacimiento y del arbolito artificial, que entonces se iluminaban con luces alargadas

Aunque en esta ocasión debido a la pandemia las celebraciones de la Nochebuena y Navidad serán de una manera diferente, no hay que perder de vista que como Joel Osteen señalaba: “Este es el momento perfecto para celebrar el amor de Dios y la familia para crear recuerdos que durarán para siempre. Jesús es el regalo perfecto e indescriptible de Dios. Lo asombroso, es que no solo somos capaces de recibir este regalo, sino que podemos compartirlo con otros en Navidad y todos los días del año”.

Así es que hay que tener en cuenta que este momento complejo pasará, y que vendrán otras navidades en las que vamos a estar juntos celebrando con alegría al lado de quienes tanto amamos y por quienes ahora, para cuidar de su salud ante la posibilidad de contagios por covid-19, nos quedaremos en casa.

Pero mientras llega ese momento, bien vale la pena hacer un viaje al pasado para recordar aquel ambiente que en los días previos a la Navidad se vivían en la Mérida de los años sesenta, donde la ilusión de los niños era el armado del nacimiento y del arbolito artificial que, relata el abogado Carlos Barrera Jure, entonces se iluminaban con unas luces alargadas en cuyo interior siempre había un líquido de colores oscuros que llamaban poderosamente su atención.

En esos tiempos, era una costumbre muy arraigada ir a encargar desde principios de mes o antes sus tarjetas navideñas de felicitación. Uno de los establecimientos que se distinguía por ofrecer un surtido para todos los gustos con más de 500 modelos a precios muy económicos, desde 30 centavos la pieza, era la Literaria, empresa que cada año a mediados del mes de diciembre invitaba a los niños a presenciar la llegada de Santa Claus en el aeropuerto de la ciudad. Tras descender de su moderna avioneta, el icónico personaje participaba en un desfile que concluía precisamente en el local de la calle 63 de esta papelería que contaba con una amplia exhibición de juguetes.

Por cierto, el inolvidable Romeo Frías Bobadilla, que trabajó bastante tiempo en el aeropuerto de Mérida, cita en su obra “En el Cráter Porteño”, una anécdota que nos transporta también a los días previos a Navidad, cuando el piloto Luis Álvarez, que volaba un avión muy viejo, viajó a Belice a comprar juguetes. La cuestión es que al aterrizar, la lona del piso que era muy vieja y se rompió regando todo el preciado cargamento, por lo que al percatarse el personal de tierra de lo que ocurría, no faltó quien gritara: “Ya llegó Santa Claus”.

Regresando al tema de la Literaria cabe destacar que en el anuncio de la llegada de Santa Claus, también hacia extensiva la invitación a la tradicional verbena del Colegio Central que se ubicaba en el cruzamiento de la avenida Reforma por Cupules, donde además de que no podían faltar los tacos de cochinita y de pavo en escabeche, además de juegos y tómbolas, también llegaba el personaje de las largas barbas con su cargamento de juguetes que se ponían en subasta.

Así es que una buena parte del aguinaldo de los papás se destinaban para adquirir en los numerosos comercios de la ciudad como la papelería El Escritorio, que se encontraba en la calle 61 por 60, una amplia variedad de juguetes entre los que se destacaban los triciclos de acero esmaltado, o de lujo en colores rojo o azul, y las muñequitas Elizabeth que tenían el pelo rubio que portaban sus vestiditos, y que dormían, lloraban y hasta caminaban

En la Mérida de los sesentas, también habían establecimientos como el de Galo A. Muñoz que se encontraba en la calle 57 por 58, que ofrecía montables (automovilitos) y triciclos con facilidades de pago, mientras que por esos días, en 1962, la empresa Agencias Unidas, ofrecía dos regalos en uno, ya que con la compra de un televisor de la marca Admiral, el cliente recibía de regalo un Santa Claus de plástico de tamaño natural y con iluminación.

Por esos días, en los anuncios de los periódicos estaba la imagen de Santa Claus, acompañando la promoción de enseres domésticos, de consolas, bicicletas y hasta de galletas y refrescos que hacían las delicias de los pequeñitos en las reuniones familiares a las que llegaban estrenando ropa y zapatos.

Y citando al abogado Carlos Barrera Jure, deseamos “que los recuerdos de quienes han forjado nuestras vidas, algunos aún con nosotros y otros en el cielo, nos hagan felices en esta y todas las navidades futuras”.

Texto: Manuel Pool Moguel

Fotos: Cortesía

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