Lo olvidé – Por Renata Millet Ponce

Suelo olvidar, normalmente por momentos a los que llamo “lapsus-brutus”, varias cosas: una reunión, una fecha importante, un zapato, una libreta, el cambio de la tiendita. Normalmente se me olvidan cosas del día a día, que no tienen mayores repercusiones que el parecer grosera porque no saludo por los pasillos a alguien que conocí, pero no me acuerdo de su nombre.

Lo realmente importante, no queriendo decir que sus nombres son menos importantes (va para aquellos a los que nunca he saludado por su nombre por motivo de olvido), está apuntado en mi celular con cuatro alarmas, con post-it en mi cuarto y con pluma escrito en mi brazo.

Sin embargo, hay cosas importantes que igual he llegado a olvidar y me causan terribles angustias.

Entre estos momentos de despiste, combinado con un poco de aceleración y saturación, se encuentran cosas que me gustaría olvidar, pero que no puedo. Momentos tristes como muertes de familiares o amigos cercanos, despedidas, peleas, palabras ofensivas, comentarios hirientes, metidas de pata en todos los ámbitos del día a día.

Cuando estos recuerdos salen de donde estaban escondidos, lo primero que quiero es volverlos a esconder. Es más fácil lidiar con lo que no quieres ver, si lo ocultas detrás de una sábana. O al menos eso parece, porque eventualmente volverá a salir.
El no reconocer y enfrentar esos olvidos forzados nos puede llevar a todos a un estado de resignación y conformismo sobre nuestra vida.

Como dice Elvira Lindo (escritora y novelista española): “Qué pocas veces supe perseguir lo que quería. Hay un mecanismo por el cual uno consigue convencerse de que lo que se tiene es lo que se desea.”.

Ese mecanismo del que habla Elvira Lindo, creo yo es el olvido forzado. No aprender de errores pasados para reconstruirnos poco a poco, porque el recordar fracasos nos hace creer que nuestra historia es una sucesión de tropiezos y no de éxitos.
En la sociedad “de rendimiento”, como la llama Chul-Han, filósofo surcoreano), en la que vivimos, el “no lo puedes hacer” se ha cambiado por un “no lo puedes dejar de hacer”.

Es entonces que somos en medida que producimos, que somos útiles. Recordar una historia de eventos donde “no pude” choca con esta ideología que salvaguarda nuestro modelo económico actual y nuestro sistema actual, poniendo en duda la firmeza del suelo donde estamos parados.

El olvidar, método ingenioso y efectivo, es la herramienta clave de una sociedad que no quiere tener presentes imágenes de fracaso, que da limosna a indigentes en las esquinas para borrar culpa y no recordar caras de sufrimiento que nos ponen incómodos, que no permiten nuestra plena realización.

¿Por qué no la permiten? Porque somos coexistencia y, aunque queramos y enajenemos a la humanidad pobre e indigente mediante procesos de burocracia, ahí están nuestros recuerdos, llámense conciencia crítica, conciencia moral, “pepe grillo” o como sea, saliendo debajo de esa sábana, recordándonos que nuestro luminoso y suave camino de vida recorrido está plagado de huecos, de caídas, de “no pude”, de “no pudimos”.

Porque, aunque aplaudamos el éxito individual, no dejamos de necesitar a los demás para existir. Y la existencia no digna de mi igual, no nos deja saborear el éxito como quisiéramos: lo opaca, lo hace amargo, no nos deja tranquilos. Por eso olvidamos.

Es entonces cuando podemos elegir si usamos el olvido a nuestro favor y no en nuestra contra. Desenterrar del olvido, poco a poco, las piedras e irlas puliendo una a una, para construir puentes que nos lleven a otras partes. Desenterrarlas todas de golpe podría ser muy fuerte y causar desequilibrio, pero el olvido nos permite esta medida paulatina. Querer recordar, no solo cosas pasadas, sino presentes. Cuando caminemos por la ciudad, ver las carencias que ésta tiene, querer recordarlas, no enajenarlas y olvidarlas en un cajón burocrático muy difícil de remediar.

Finalmente, reiterando, está en nosotros no solo él no querer olvidar, sino el querer recordar.

 

Por Renata Millet Ponce
milletrenata@gmail.com

Estudiante de Ciencia Política en el ITAM y Pedagogía en la UNAM. Lectora, amante del mar y la navegación.

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