Su abuelo y su padre le inculcaron la pasión por el sector pesquero y que hoy comparte con sus hijos y sus nietos
Desde que tenía 5 años de edad a Camilo Campos Méndez, lo llevaba su papá a los barcos pesqueros que tenía, primero a Dzilam de Bravo y luego a Progreso. En su mente aún están presentes aquellos tiempos en los que no existía el puerto de abrigo y cuando había mal tiempo con camionetas llevaban llantas a la playa, para proteger a los barcos que eran de madera, para que no fueran arrastrados a la playa.
En 1973, tras concluir sus estudios de Contador Público regresó al muelle nuevo para poner en práctica una idea innovadora, para fumigar en alta mar a los barcos graneleros y ahorrar tiempos de espera y maniobras en el muelle, lo que además evitaba riesgos a las embarcaciones que con la vaciante y la poca profundidad corrían el riesgo de sufrir daños en el fondo.
“Necesitamos un canal de navegación de 44 o 45 pies, actualmente tenemos tres posiciones de 23 pies y una de 30”, comenta el entrevistado, quien con la misma pasión con la que habla de su actividad diaria, con su empresa de remolcadores, también platica de su familia, a la que para consentirla, en ocasiones especiales gusta de prepararle bacalao a la vizcaina
“Aqui esta mi hija la mayor, Geovanna, con quien tengo una comunicación muy estrecha de padre, hijo y amigo, tenemos la confianza para platicar de lo que sea, y asi es con sus hermanos y ahora con los nietos, el mayor es hijo de Geovanna, quien se acaba de recibir como Ingeniero en Producción Musical Digital”, dice orgulloso Campos Méndez, quien recuerda que a su padre, Camilo Campos Sauri, le gustaba mucho la guitarra y la bohemia.
“Mi padre nació en Mérida, igual que yo, pero la familia Campos viene de Motul, Roque Jacinto Campos, nombre que lleva una escuela ubicada cerca del mercado de Motul, fue mi bisabuelo, y el estacionamiento que está frente al mercado, era el lugar donde estaba la casa de mis abuelos, aún me quedan familiares allá, nos hemos encontrado en México; mi bisabuelo tuvo muchos hermanos”, recuerda.
Y en efecto son tantos los familiares desconocidos de Camilo que nos platicó que hace unos años recibió en su casa al sacerdote jesuita, Benito Campos, quien resultó ser primo de su padre. “Se dio una buena amistad con él y una vez que ya estaba retirado seguía llegando a casa de mi papá”, comentó.
En la actualidad, Ana Maria, la hija menor de Camilo, es quien se encarga de la administración de los remolcadores, mientras que su hermano Guillermo se dedica a prestar el servicio de transporte de carga en tráilers, negocio que en su momento impulsó de manera personal como alternativa ante el poco avance que tenía la pesca.
“El hambre de crecer nos hizo hacer de todo un poco, tuve una fábrica de plomadas para redes y atarrayas que llegó a tener una productividad de 130 toneladas al año, la teníamos en el fondo de la casa”. Esta etapa es una de las más representativas para Geovanna, quién creció haciendo plomadas, en esos tiempos también tenía la familia una tienda de artículos deportivos, y cada fin de semana viajaban a los puertos de la Península para llevar anzuelos, cordeles y arpones entre otros productos.
“Desde los 10 años iba a ayudar a la tienda, apenas salía de la escuela, me gustaba mucho ordenar la bodega, así que cuando viajabamos a los puertos recomendaba los productos a los pescadores”, comentó Geovanna, quien heredó el olfato para hacer negocios de su padre y en la actualidad es la propietaria del hostal Nómadas ubicado en la calle 62 por 51 en Mérida.
Ese local fue ocupado por la tienda Artículos de Pesca, que tenía una sucursal en Progreso, ambas atendidas por Camilo Campos Sauri, el abuelito de Geovanna, y que a su fallecimiento se cerró, porque ya no había quien la atendiera, pues su nieta ya había decidido estudiar su carrera como comunicóloga, a la par que en las oficinas de su padre aprendió los temas de administración, contabilidad y todo lo necesario para ser empresaria, actividad a la que finalmente se dedicó al regresar a la capital yucateca, después de vivir un tiempo en la Ciudad de México, donde trabajó en TV Azteca, El Economista y Argos, además de que contó, por breve tiempo, de una productora propia.
Antes de finalizar, Geovanna recuerda que la semana pasada, su padre recibió un reconocimiento por ser socio fundador de la Asociación Mexicana de Agentes Navieros, AC. (Amanc).
Han pasado 35 años desde su fundación y Camilo es uno de los tres miembros que se mantienen liderando la industria naviera en el país. Desde el Puerto de Progreso ha realizado absolutamente todas las labores que en esos mares se dan: ha sido estibador, maniobrista, transportista, agente naviero, rescatista y bombero del mar.
Hoy sus esfuerzos están centrados en el remolque, tarea de suma importancia en un puerto como Progreso, ya que al ser un muelle de altura (mar adentro), los barcos no pueden llegar al muelle navegando solos. Apagan motores en alta mar y los remolcadores pasan a buscarlos y los regresan, donde no puedan estrellarse contra el muelle.
“Sin temor a equivocarme y sin que el afecto me nuble la vista, mi padre ha sido un elemento omnipresente en la vida económica de Progreso y por ende de Yucatán. El reconocimiento no es en vano, 50 años de trabajo en el mar dicen su nombre: Camilo Campos de Progreso de Castro”, apuntó.
Texto y fotos: Manuel Pool