Los pensamientos facticios

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

En el siglo XVII el filósofo racionalista, René Descartes, acuñó la idea de distinguir entre tres tipos de pensamientos o ideas que de acuerdo a su filosofía  establecen muy bien la diferencia entre aquellas ideas reales surgidas de la propia experiencia, las ideas sólo imaginarias pero que también forman parte del pensamiento humano, y las ideas innatas que hacen referencia a Dios y que en su tiempo fueron un modo de responder a las preguntas sobre su existencia.

Hoy la ciencia psicoanalítica ha retomado esta idea de la filosofía de Descartes para establecer un parámetro o diferencia entre un trastorno real y otro simplemente imaginario. Se llama “Trastorno facticio” y obedece a aquel hecho de hacerse pasar por un enfermo emocional sin serlo realmente. Como el “Enfermo imaginario” de la obra dramática de Moliere.

La facticidad naturalmente se parece en este caso mucho a la “hipocondría” de aquellas personas o pacientes que también imaginan o suponen tener una enfermedad sin tenerla. Unos y otros suponen algo que no existe, o que existe –diría Descartes- sólo en su pensamiento facticio.

Aunque hay que decir que imaginar o suponer a veces tener algo, como una enfermedad o un trastorno, podría suceder a nivel real (adventicio) tarde o temprano. De hecho el enfermo imaginario ya padece de un trastorno mental, de una alucinación o idea (real o imaginaria) en su cabeza.

Las ideas facticias son aquellas propias de las leyendas o la mitología, de los cuentos infantiles o las historia de terror. Son ideas que no por ser imaginarias no existen en nuestra mente; ¡ahí están! También son las locas ideas de Leonardo, Edison, Einstein, Verne, Jobs, Colón y todos aquellos que inventaron, crearon o descubrieron luego la realidad a partir de pensamientos en su origen sólo facticios.

La imaginación es la primera en manifestarse antes de que aparezca la realidad. Y en muchos sentidos, como las ideas de los niños; las sirenas, los unicornios y los fantasmas seguirán sólo quedándose en su nivel de imaginación. ¿Pero qué sería de todos los cuentos infantiles donde los pollos hablan y los perros vuelan, sin todas las ideas facticias que se encuentran en el centro y periferia de su narrativa? ¡Sin fantasía no habría cuentos!

Y sin embargo, lo facticio así como en el caso de los trastornos psicológicos que se nutren de esta fantasía; también existen ideas distópicas, perversas o malvadas de aquellos que interpretan el mundo a partir de un trauma o trastorno emocional, a partir de una neurosis o un estado psicótico (sociopatía, esquizofrenia, bipolaridad, etc.) que alteran su percepción del mundo. Un estado delirante, por ejemplo, en el que la persona se siente acosada o perseguida (paranoia), y no es sino la psicosis de un pensamiento facticio que cobra realidad en su mente.

Las alucinaciones comunes del esquizofrénico no son sino los delirios mentales de una mente facticia que trastoca la realidad y la naturaleza propia del ser. Los comportamientos delirantes, maniáticos, obsesivo-compulsivos; son el producto de una realidad alterada, de un pensamiento facticio trastornado que deberá atenderse con psiquiatría o terapia.

En todo sentido tanto en la salud como en la enfermedad mental, lo facticio existe para bien o para mal. El Diablo mismo es una exacerbación facticia de una mente perturbada que hace de su fantasía una realidad inexistente en el plano empírico de lo conocido.

Por ello que atendiendo a la filosofía cartesiana sobre su observación de las ideas; diremos que visto en este sentido; cada pensamiento es propio de su misma esencia real, facticia o innata. Y toda idea entonces es válida mientras no transgreda sus propios límites.