Por Carlos Hornelas
De acuerdo con George Lakoff, las metáforas que usamos para expresarnos no solo son recursos estilísticos o retóricos que añaden prestancia a nuestra expresión, sino verdaderos instrumentos de conformación de la percepción de la realidad.
A través de las metáforas entendemos y simplificamos cualquier problemática; se convierten en filtros de interpretación de la realidad misma y terminan desplazándola. Por ejemplo, si convenimos que como metáfora fundamental el tiempo es dinero, de ella surgen otras subordinadas que giran a su alrededor en el lenguaje cotidiano: “no me hagas perder el tiempo”, “he invertido mucho tiempo en esa idea”, “¿en qué gastas tu tiempo?”, o “no tengo suficiente tiempo para completar esta tarea”.
El uso de expresiones metafóricas puede analizarse para encontrar ideas que operan como premisas básicas que las ordenan. Un ejemplo más: en una discusión, expresiones como: “le gané con mis argumentos”, o bien “ataqué sus puntos débiles para desarmarlo”, implícitamente se entiende la discusión como un acto hostil y agresivo que divide entre vencedores y vencidos, lo que imposibilita que la discusión sea una oportunidad de colaboración intersubjetiva para la búsqueda de la razón común.
Recientemente en un foro del cual soy parte, las metáforas han adquirido nivel de clasificación de la realidad; se dividió en dos grupos: “chairos” y “fifís”. Cada bando arremetió en sendas asonadas contra el otro por turnos, demostrando así que el objetivo fundamental de su comportamiento es la subordinación simbólica del otro, no la oportunidad del diálogo ni el debate de ideas.
Lo peor es cuando ni tirios ni troyanos se percatan que han superado la barrera de la metáfora y han construido sus hostilidades tomando como acuerdo mínimo que dicha clasificación es real, útil y adecuada para describir la situación. Es decir, se han quedado con la metáfora y han renunciado a la comprensión de la realidad.
Los discursos actuales giran alrededor de metáforas que lo único que hacen es reforzar las ideas de combate, confrontación y derrota. Así, con la pandemia se habla de “combate al flagelo”, de “librar la batalla”, del “enemigo invisible”, de “nuestra resiliencia”, el “terreno ganado” y otras cuantas frases por el estilo.
En un país en el cual los índices de violencia aumentan drásticamente y los feminicidios son una realidad palpable, cabe preguntar si las metáforas y el lenguaje que ocupamos para describir nuestra realidad reflejan nuestro pensamiento al respecto o, si a partir de un cambio en la manera de describir la situación podemos empezar a entenderla de otro modo, de uno más esperanzador, más objetivo.
Podemos cambiar la manera de pensar si cambiamos la forma en la cual nos referimos a la realidad, si empezamos a trabajar nuevas metáforas.