Mide tus palabras sobre los cuerpos de otras personas

René Emir Buenfil Viera
psicrenebuenfil@gmail.com

En el día mundial de la Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria reflexionemos cómo nuestra obsesión con la cultura de las dietas basadas en la restricción y la prohibición pueden orillar a muchas personas a dejar de comer, vomitar, darse atracones, obsesionarse con el ejercicio, la comida sana o dejar de inyectarse insulina para bajar de peso.

Nuestros comentarios sobre los cuerpos de otras personas pueden ser muy hirientes y contribuir a que comiencen o mantengan una fuerte batalla contra su propia apariencia física, odien cómo se ven en el espejo y se desprecien a sí mismas por su imagen corporal negativa.

Nuestra obsesión colectiva con los estereotipos de belleza europeos, blancos, altos y de ojos azules y cabello lacio y rubio nos hacen despreciar nuestra piel morena, altura, tipo y color de cabello, nuestras facciones y ciertas partes de nuestro cuerpo como imperfectas o feas. También sabemos que a las mujeres les va peor que a los hombres porque en nuestra cultura machista los cuerpos de las mujeres son objetos de consumo, sobre los cuales hay toda una industria cosmética, de belleza y de cirugías plásticas a quienes les conviene que las mujeres se sigan viendo defectos cada vez que se ven al espejo y se sigan sintiendo mal con sus cuerpos.

Aceptemos los diferentes tipos de complexiones, pesos y cuerpos entendiendo que ninguno es garantía ni de salud ni de enfermedad, y que todas las personas que reciban la información necesaria sobre una sana alimentación tomarán mejores decisiones de la mano del cambio de hábitos. Respetemos la relación que cada quien tiene con su cuerpo y la comida, al tiempo que aprendamos a detectar cuando alguien tiene problemas con su alimentación para ayudarles a buscar ayuda profesional.

Reconozcamos que la belleza está en los ojos de quien la mira y que en gustos se rompen géneros, y que si algo a mí no me parece estético no quiere decir que todas las personas piensen igual que yo.

Al admitir que estamos en una sociedad donde la comida chatarra tiene más publicidad que los alimentos naturales y frescos, que también están a nuestro alcance pero no tienen intereses corporativos detrás, pudiera parecer que lo sano es más caro cuando en realidad no es así. Cambiemos la costumbre de estar juzgando y chismeando sobre las personas por su apariencia física; una risa menos por el chiste sobre el peso de alguien hace un mundo de diferencia.

Y si tienes una relación complicada con la comida, o alguien que conoces sabes o sospechas que la tiene, es hora de empezar a trabajar sobre el tema con un(a) profesional de la salud mental para salir adelante y llevar la fiesta en paz con los alimentos.

Hacer las paces con tu alimentación es complejo y es un proceso que toma tiempo y requiere transformar mucha de esa energía negativa que llevas por dentro para dejar de sufrir y volver a disfrutar de la comida. Hoy más que nunca hay muchas herramientas que pueden ayudarte.

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