Nuestra riqueza gramática

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

El 90 por ciento de nuestra gramática obedece a una raíz grecorromana, sobre todo acogida y derivada del mundo helénico. Como occidentales, aunque hablemos español, francés, italiano o portugués, tenemos el mismo pasado cultural y gramático.

Nuestra primera literatura fue la homérica, y nuestra primer lengua, la griega. Por ello no es raro ni extraño que la mayor parte de las palabras con las que hablamos, tengan una etimología griega, y por derivación, latina.

Las lenguas romances que se hablaban es España eran lenguas latinas. Latín vulgar (el del pueblo) y el latín culto que hablaban solo los entendidos. Y por ello que también cuando buscamos en el pasado de un término que hoy usamos para definir algo, descubramos que su significado se encuentra en el sentido como lo usaban los griegos o en la atribución que le daban de acuerdo a sus mitos.

Por ejemplo, utilizamos “venéreo” para definir una enfermedad transmitida por contacto sexual o íntimo. El término se deriva de “Venus” (en griego Afrodita), la diosa del amor y la belleza. “Afrodisiaco” también es un término que hace referencia a ella y que tiene que ver con una sensación o deseos intensos que surgen a partir de comer o beber algo.

“Cronología” aparece en nuestros diccionarios para nombrar una cuestión relativa al tiempo. Así como “cronómetro”. Y es que era Cronos el dios griego del tiempo. Apolo representaba al Sol y la belleza. Por eso hablamos de “belleza apolínea” para referirnos a algo hermoso o deseable.

Tánatos era el dios de la muerte; de ahí la ciencia llamada Tanatología. Asimismo, hablar de una bebida “dionisíaca”, hace referencia a Dionisos, dios de la vida y el vino, así como de la cosecha y la vida.

Eco, por ejemplo, también era una ninfa que fue castigada por la diosa Hera, Esposa de Zeus, a que lo que dijera solo se escuchara lo último (palabra o sílaba) que asimismo se repetía. Es eso a lo que hoy llamamos “eco”.

“Narcisista” se deriva de Narciso. Es un término de uso muy popular y define una patología egotista. Narciso, según el mito, era un muchacho extraordinariamente bello que por lo mismo se volvió petulante y egocéntrico. Al mirarse así mismo en un estanque se quedó tan cautivado que quedó atrapado en su reflejo, convirtiéndose en la flor que hoy lleva su nombre. Aunque sin duda, y si leemos bien el mito, su historia tendría mucho que enseñarnos acerca del cómo conocernos a nosotros mismos.

Los enunciados “amor platónico”, “manzana de la discordia” o “talón de Aquiles” que coloquialmente utilizamos, se refieren, el primero, a la filosofía de Platón que habla de un amor simplemente spiritual o idealizado, no carnal o físico. “Manzana de la discordia” es un dicho que utilizamos regularmente para referirnos a alguien que no cae bien o causa precisamente daño o discordia. Discordia es la atribución de la diosa griega Eris, que provoca siempre sentimientos de odio, ira o venganza. La diosa aparece en las primeras páginas de la Ilíada de Homero que al sentirse despreciada les arroja una manzana a las diosas Hera, Atenea y Afrodita, haciendo que, para obtenerla, peleen entre ellas. Eso mismo desatará luego la guerra de Troya; la discordia entre griegos y troyanos. “Talón de Aquiles” hace referencia a la parte más vulnerable del héroe griego. Utilizamos el dicho para referirnos hoy a la parte más sensible o débil de una persona o una situación.

Conocer y entender todos estos ejemplos nos dan una idea de la riqueza etimológica de nuestro lenguaje. El sentido y significado preciso de cada palabra, oración o enunciado de donde deriva. 

Esta es nuestra riqueza gramática.