Óscar Arias, la prensa y el tiempo

Por Eduardo Ancona

El 4 de febrero una activista contra la armas nucleares llamada Alexandra Arce acusó al ex Presidente y Premio Nobel de la Paz costarricense Óscar Arias de haber abusado sexualmente de ella en 2014. Tras ella, seis mujeres más acusaron haber sido víctimas de agresiones sexuales perpetradas por Arias, algunas en años recientes y otras en las décadas de los ochenta y noventa.

¿Porqué, si lo que dicen es verdad, tardaron tanto en hacerlo?, se preguntan quienes dudan e la veracidad de las acusaciones. Las razones pueden ser varias: lo traumático de la experiencia, el costo de mostrarse como víctima de un delito sexual, la siempre latente posibilidad de que nadie te crea y, sobretodo, las monumentales dificultades de enfrentar a un personaje de semejante estatura y poder: un ex presidente que goza de magnifica reputación y que, imagino lo que pensarían estas mujeres, las aplastaría sin problemas. Ante ello, el paso del tiempo que de una forma u otra diluye el poder o la capacidad de influencia de un acusado poderoso y el entorno global favorable a víctimas de delitos sexuales puede bastar para explicar porqué alguien sale hoy a contar algo que pasó hace veinte años.

Si bien entiendo y comparto las razones del párrafo anterior, tampoco puede dejar de preocuparme, quizás gracias a una (de)formación profesional, la indefensión absoluta en la que se encuentra no sólo Óscar Arias, sino cualquier personas acusada de agresiones sexuales ocurridas mucho tiempo atrás. Por la naturaleza del acto, es casi imposible probar o desmentir contundentemente las acusaciones. Y si bien la carga de la prueba, como regla general, cae en quien acusa, hay buenas razones para que exista una presunción de verdad a favor de las victimas que, para algunos, ha llegado excesos criticables, como dirían los clásicos.

El resultado de todo esto es que el alfil de la balanza es el mítico cuarto poder de Edmund Burke. None other than the press. Los medios de comunicación. Son ellos quienes ponderan pruebas, personas y trayectorias para decidir si publicar o seguir una historia. En el caso de Arias fue el New York Times quien dio máxima visibilidad a la primera acusación; y es la propia prensa la que determinará en buena medida el impacto de todo esto en su imagen dependiendo de la poca o mucha cobertura que le den al tema.

Un efecto secundario del entorno favorable a las victimas de agresiones sexuales en el que afortunadamente vivimos es la creación de condiciones optimas para la difamación. Si bien en un caso como este en el que hay tanto humo, todo apunta a que habrá también fuego, ¿qué recursos le quedarían para defenderse a alguien legítimamente inocente? Me temo que ninguno.

 

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