Parque Ecológico del Poniente, espacio para la convivencia familiar

Espacio donde la acción del hombre ha creado extrañas formas naturales, el Parque Ecológico de Poniente es un sitio
ideal para la práctica del deporte, la convivencia familiar, el descanso y el contacto con la naturaleza sin salir de la adictiva vida que ofrece la capital yucateca.

Un antiguo banco de material pétreo, se convierte en el sitio ideal para practicar el ciclismo, el campismo, la caminata, el futbol e incluso, para nadar en familia; un parque donde sus caminos de hasta siete metros de profundidad a nivel de carretera y sus árboles de más de 15 metros, crean un ambiente de aventura.

Desde antes del amanecer, cientos de corredores, ciclistas o caminantes, llenan sus veredas de tonos blanquecinos pero matizados por el gris, el negro y el verde de las murallas de piedra que las definen por debajo, y por arriba, caminos que asemejan sacbés mayas.

Conforme avanza el día, la actividad deportiva cede y el bullicio de los comensales de puestos de cochinita, panuchos y salbutes, tortas y tacos, así como de fruta picada va en aumento, mientras centenares de personas esperan bajo las copas de los árboles el paso del transporte
metropolitano.

Al mediodía, los inclementes rayos de sol parecen respetar el tupido follaje de los árboles de flamboyán, chacá, tamarindo, palmera, pich, ceiba, roble, algarrobo, entre otras especies, cuyas raíces se dejan caer por singulares
precipicios de piedra y en cuya piel se ha impregnado el arrastre de las máquinas de acero que le quitaron pedazos
para convertirlos en cal y arena.

En la preferencia de todos Una veleta mecánica ubicada en el sitio, recuerda que alguna vez este parque, fue una quinta, posteriormente un banco de materiales y ahora un espacio donde hasta quinceañeras y novias se dan cita para
tomarse las fotos del recuerdo, aunque estas deben ser “distintas” a las de sus conocidas.

Entre semana, parejas de jóvenes preparatorianos se dejan ver en los dos cuerpos que conforman el parque, unidos por un sendero de 1.5 kilómetros donde los ritmos utilizados para la zumba, compiten con los trinos que emiten las aves se esconden para observar a los visitantes, muchos de ellos, en espera de ver a sus familiares o de la hora
de sus citas médicas en el hospital Psiquiátrico de Yucatán.

Fauna

Por las tardes, una charca formada por el descuido de un extractor de piedra, ofrece una vista singular, pues desde un pequeño puente que la cruza es posible admirar el descenso del sol, en medio de un incremento de la actividad de
las aves que van en busca de mojarras, mollys negros y gambusias yucatecanas, antes de que el graznar de los kaues cese.

Dos pequeñas miran por debajo del puente, mientras lanzan migajas de pan al agua, tiñéndose ésta de gris a negro, lo que aprovechan las tortugas para robar parte del alimento y de inmediato mimetizarse en las rocas pintadas de lodo y verdín.

Un búho hace su aparición al caer la tarde, al igual que una parvada de loros verdes que se posan y grazna momentáneamente desde los árboles más altos, mientras patos, garzas, carpinteros, torcazas y gavilancillos posan junto a lirios de flores blancas y bajo los cual se esconden las ranas cuya presencia incrementa con las lluvias.

Durante su recorrido cuatro adolescentes corren a toda su capacidad, entre risas burlonas, luego de ser sorprendidas por una zarigüeya que también huye despavorida en sentido contrario a las jovenes, quien es anuncian que la semana habrán de regresar, porque el parque “es mejor que ir al puerto”,
además de que “mi jefe no tiene dinero”.

Ideal para acampar

Y es qué al llegar el fin de semana, la música de zumba calla y en su lugar se deja escuchar el bullicio de centenares de personas que abarrotan la piscina pública del sitio, cobijados por cocoteros donde las
familias complementan su día de recreo.

Desde un puente elevado a siete metros, se puede ver el paso de familias enteras que en bicicletas disfrutan
a su paso de la sombra de los árboles, taladrados por los pájaros carpinteros que los martillean ante la mirada de los curiosos.

Numerosas áreas verdes se convierten en sitios para acampar y comer, como marca la modernidad, alimentos de la cocina “rápida”, mientras la mayoría de los padres enseñan a sus hijos la utilidad de los botes de basura y la importancia de cuidar el medio ambiente para “regresar el siguiente domingo”.

En tanto, Marcos y su hijo Eduardo, enfundados en sus ajustadas camisetas americanistas juegan una “reta” ante Carlos y Alberto, cuyos resultados en la contienda son favorables a los primeros gracias a que han contado con la ayuda de los “árboles postes”.

Un solitario trabajador espera atento la hora de la puesta del sol para iniciar el retorno a casa, mientras
trata de adivinar la hora en la que el vuelo de la lechuza anuncia la continuidad de la vida en el parque,
aún cuando calla el eco que emanan los senderos de piedra.-Juan Matú

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