Persiguiendo el sueño americano: yucatecos en California (tercera parte)

En sus pueblos, donde impera la pobreza y la falta de oportunidades, jamás soñaron con alcanzar lo que ahora han logrado en la Unión Americana. Éxodo de 180 mil paisanos.

 

Por: Guadalupe Sosa y Thelmo Zapata, de la agencia yucateca de noticias ACOM.

 

Pedro Ojeda Cerón, investigador petuleño y doctor en Desarrollo Regional

Las cifras de remesas por la población migrante contrastan. En las calles de Peto y en la mayoría de municipios expulsores de migrantes de Yucatán, especialmente en la zona centro y sur del estado, se percibe una arquitectura de remesas que Carlos Ojeda Cerón, antropólogo petuleño y doctor en Desarrollo Regional define como una mezcla de estilos, entre lo estadounidense, con sus grandes construcciones de concreto, y las tradicionales casas mayas de paja.

En ocasiones, estas casas se quedan a medio construir debido a que los migrantes son deportados, se quedan sin dinero o sus remesas se invierten en necesidades más inmediatas como la alimentación, vestido o el tratamiento médico de algún miembro de la familia.

Así, se ven grandes construcciones en obra negra. En Peto, por ejemplo, no se tiene una actividad económica que los identifique, pero hay un flujo constante de recursos gracias a la migración. “Si vemos los índices agrícolas y ganaderos, el proceso económico de Peto es prácticamente inexistente e insignificante; somos un municipio totalmente pobre, pero conservamos un cierto nivel de vida media gracias a la migración”, acota Pedro.

Las familias del municipio se han vuelto especialistas en el proceso migratorio, aquí se fomenta entre los adolescentes que cuando crezcan se van a ir a los Estados Unidos.

Sin las remesas, admite Ojeda Cerón, Peto sería como en realidad es, una comunidad muy atrasada pero sin dinero.

El investigador lamenta que las autoridades locales no se hayan preocupado por promover que estos ingresos se inviertan de manera efectiva para el desarrollo del pueblo. No hay bancos, cines, ni ningún tipo de fomento a la cultura, al deporte, a la música o de la salud.

A su regreso, un deportado prácticamente no tiene ninguna posibilidad de establecer un negocio próspero o de conseguir empleo. Precisamente se fueron porque no había eso: oportunidades para hacer un poco de dinero para comer. En el migrante, añade, ocurre un proceso traumático porque debe darse cuenta que ya no está en Estados Unidos y tiene que readaptarse a su comunidad, de donde se fue por necesidad.

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