Por una crianza más respetuosa

René Emir Buenfil Viera 

psicrenebuenfil@gmail.com

Cuando dejamos de pedirle a las infancias y adolescencias que hagan cosas que ni nosotros (as) hacemos como obedecer a la primera, sin chistar, y de buen humor, y reconocemos que es natural que se distraigan, no entiendan, se cuestionen o no les parezca, vamos reconociendo su humanidad, que tienen derecho a tener sus propios ritmos, sus propios tiempos y sus propias ideas. 

Al darnos cuenta de lo absurdo, absolutista y abusivo que es pedirles que sigan instrucciones ciegamente porque sí, sin más ni más, aunque en algún momento en el pasado lo hayan hecho porque confiaban ciegamente en nosotros (as), entonces podemos entrar en un diálogo sobre sus miedos, sus inseguridades y sus convicciones, tienen derecho a tener opiniones, a pensar diferente, a cambiar de opinión, a no saber que hacer, y a desbordarse porque sus emociones les rebasan, nadie está siempre de buen humor ni es tan dócil, ni tendría que serlo.

Cuando dejemos de ver la crianza como una relación de poder y de control, de demostrar quien manda, nos damos a la tarea de permitir las imperfecciones porque echando a perder se aprende, y las personas cometen errores, y no son robots ni fichas de ajedrez para manipular a tu antojo o para hacerse a tu imagen y semejanza, sobre todo cuando su forma de ser y su personalidad van para otros lados. 

Dejar de imponernos todo el tiempo, de micromanejar cada detalle, es dejar de darles a las infancias y adolescencias la sensación de que serán vistas y amadas sólo cuando siguen instrucciones, obedecen y se portan bien, sea lo que fuera que eso significa, y es que tiene muchos significados susceptibles a ser construidos y deconstruidos. Más allá de quién manda, la crianza es descubrimiento de la otra persona y de uno (a) mismo (a), es el libre desarrollo de la persona, es el respeto a lo que para las infancias y adolescencias es importante, aunque para nosotros (as) no lo sea tanto.

Cuando dejamos de castigar y premiar, nos relajamos, y nos permitimos usar la creatividad para entender verdaderamente qué son las consecuencias, para vincularlas con un verdadero aprendizaje, con el deseo de reparar lo dañado, con no hacer que las infancias y adolescencias se sientan culpables por ser lo que están siendo y en lo que se están convirtiendo todos los días. 

Sin castigos y con consecuencias a su conducta, no les estamos señalando ni haciendo sentir mal, ni llevarlos a pensar que porque hicieron algo mal significa que sean malas personas, también promovemos más que vayan asumiendo su responsabilidad y enfrentando las consecuencias de sus actos, privarles de esto es dejarles sin armas para enfrentar al mundo real, y que dependan de lo externo y de otras personas para regular su conducta y sus emociones y tomar decisiones.

La crianza respetuosa es cero golpes y cero maltratos, las mamás y papás bientratantes reconocen los defectos del castigo físico y lo evitan en la medida de lo posible, creen en el diálogo constructivo y la comunicación asertiva, y no ver a las infancias y adolescencias como entes sin voluntad.