¿Qué es un gobernador?

Por Eduardo Ancona

Durante el callismo, brazos autónomos, dueños de si y de su estado; con la consigna de contribuir a pacificar el país y establecer un control efectivo del territorio. En esos años que aún se sentía el olor de las balas y la sangre seca de la Revolución y el ejercito era una amalgama de ex combatientes y víctimas de la leva, la fuerza local de los gobernadores fue clave en para la estabilidad posrevolucionaria. Durante la construcción y fortalecimiento del régimen, se mantuvo cierta fidelidad al centro y se fortaleció el brutal caciquismo «Puebla era un nido de alacranes y ahora lo tengo perfectamente controlado. Aquí no hay más voz que la mía», dijo Máximo Ávila Camacho, hermano del Presidente en gobernador de Puebla en 1939. Con el fortalecimiento del Presidencialismo, el control nacional de las estructuras sociales y la bonanza del milagro mexicano que engordó las arcas federales, su poder decayó, fueron sometidos. Controlados por el presupuesto -salvo excepciones, nunca han sido buenos recaudadores- y la voluntad central, no se podía gobernar a discreción sin estar congraciado con el dueño del rancho. Entre 1929 y 1979 el Presidente removió a 67 gobernadores, y entre 88 y 94 Salinas destituyó a 12. Sin embargo, fueron los grandes beneficiarios de la transición democrática iniciada en 1997.

El fortalecimiento del federalismo, los contrapesos de toda naturaleza y de la división de poderes beneficiaron extraordinariamente el poder de los gobernadores. Y con el resurgió en algunos estados el caciquismo con déspotas, devoradores legislativos y judiciales: «en Oaxaca no se mueve la hoja de un árbol sin que yo me entere»; «Estoy ahorita en plenitud del pinche poder; tengo el gobierno en la mano» habrían dicho José Murat y Fidel Herrera, pero también en otros casos, este proceso de cambio generó bueno gobiernos que lograron desarrollar a sus estados y abstraeros de las nocivas inercias a las que por momentos el poder central condujo al país: Guanajuato, Queretaro, Nuevo León e incluso Yucatán son ejemplos.

Los resultados de la pasada elección cambió las reglas del juego: con condiciones favorables difíciles de revertir, pero también con el Presidente más fuerte desde Salinas, los gobernadores enfrentarán un reto monumental que les abrirá la opción no de reescribir la historia de su gremio, sino de construir la propia, la de cada uno de sus estados.

 

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