¿Quién nos protege en nuestros hogares?

Por: Carol Santana Franco

Esta semana, el nombre de Ana Paola inundó las redes sociales. La niña de 13 años fue torturada y asesinada en su casa mientras su mamá estaba haciendo sus compras en el super.

El feminicidio de Ana Paola se une a una ola de crímenes que pasan a segundo plano en medio de la contingencia sanitaria por el COVID-19. A finales de marzo, en Yucatán se reportó un feminicidio. Hace unos días se reportó el ataque que vivieron feministas en el plantel de la Facultad de Estudios Superiores -FES- Acatlán de la Universidad Autónoma de Yucatán.

Esto sin contar a todas las mujeres que desaparecen diario, o son agredidas sexualmente, en medio de la pandemia. O a las enfermeras atacadas por el miedo al contagio del COVID-19, a pesar de que realizan tareas extraordinarias en medio de esta pandemia.

Por años, hemos escuchado como la violencia hacia las mujeres era causada por salir a horas “inadecuadas” o llevar ropa provocativa. Y si algo ha demostrado este aislamiento social, es que no estamos más seguras estando encerradas, o en medio del fin del mundo.

Y mientras la contingencia y el miedo al COVID-19 parece inundar las noticias y ser prioridad para todos, la violencia hacia las mujeres no disminuye, va en aumento.

¿Habrá algo que logre frenar la violencia? Si ya ni en nuestros hogares, con todo y aislamiento, podemos estar seguras. Si nuestro mundo tal como lo conocemos comienza a colapsar y a reformarse, ¿por qué no podemos hacer de la vida de las mujeres una prioridad?

No hay una respuesta fácil. Pero existen mecanismos que podríamos aplicar para crear políticas públicas integrales que ayuden a combatir esta epidemia que lleva más tiempo entre nosotros, y parece no tener una cura todavía.

Sin restarle importancia a la emergencia que estamos viviendo, tenemos que reconocer que no hay un lugar seguro para las mujeres en este país, y no es algo que podemos seguir ignorando como si no pasara nada.

Las activistas feministas que hace unas semanas marchaban, siguen presentes. Haciendo esfuerzos para contener el crecimiento de la violencia que sufren mujeres y personas vulnerables en sus hogares. Sin embargo, no podemos esperar que sólo una mínima parte de la población solucione el problema, uno que al final de cuentas nos afecta a todos.

Nuestro futuro parece desolador e incierto, pero si vamos en serio con reestructurar como se mueve el mundo, es momento de que contemplemos lo peligroso que es ser mujer en México y lo volvamos una prioridad de verdad.

 

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