Quisiera, pensò la sábana que cubría la cama en la que descansaba el niño, poder hacer magia, saber hacer magia. Y que únicamente soplando, como cuando uno está de cumpleaños, o moviendo una varita o con una palabra especial, pudiera suceder…
Pudiera el pequeño regresar a aquellos días en los que su mayor preocupaciòn era saber qué habría de merendar… Aquellas tardes de bicicleta y amigos. Mañanas de campo y de caza, y siempre a la vera de sus queridos caballos. Pudiera sonreír y jugar…
Pudiera con sus hermanos gastar bromas. Y comentar las cosas del colegio. Y pudiera hacer los deberes, y quejarse de los deberes. Y a sus doce años hacerle un guiño de pestañas a alguna niña. Y ahora en estas épocas bellas empezar ya a soñar con la Navidad…
Y pudiera el chiquillo correr. Y cansarse de tanto correr. Y quedar con los amigos y olvidar qué día de la semana es, en una infancia llena de un abanico de días todos igualmente hermosos. Y hablar. Opinar. Decir que sí y que no. Y besar. Y elegir qué rebeca ponerse.
Quisiera la sábana que para el niño la vida volviera a ser la que no hace mucho tiempo fue… Pero como no era así de momento, se limitaba a agradecer a todos que rezaran por él, que le susurraran, que le acariciaran. Y la sábana le protegía, dulce, en su camita…
Dedicado a Luis Carrasco. A sus padres y hermanos, y a todos los que forman parte de sus vidas…